viernes, 5 de enero de 2007

SANTIAGO MONTTOBIO: Lista

Lista

(DE LA pág. 35)

La noche que se nos va, la noche que se nos viene, la noche
que ya no guarda
ningún misterio celeste:
el modo
en que mi hermano mayor aseguraba que le dolía el corazón y preguntado
señaló muy convencido el centro de la barriga; el modo
en que mientras mi madre hablaba por teléfono la incordiábamos sin cesar y [también
el modo en que mientras dormía chillábamos un sonoro
"nos queremos despertar"; la cara
con que mi padre fue a comprar el televisor, el día que murió Franco, [porque
por primera ver iban a poder verse cosas más interesantes
que ver pescar fritangas a este señor; la armónica
del señor anterior muy empeñada en hacer
pedazos las tardes del verano; la extraña asociación de ideas
que debió tener unas de mis hermanas cuando al darle miedo un perro
se comió la moneda que tenía en la mano; las tortugas que me regalaban
y la carreras de caracoles que hacía cuando niño, las tortugas
que tenía también mi madre, en el Paseo San Juan, y que malvada sacaba de [la terraza
para que dentro del piso despertaran; esa equivocación que me duró años
y que consistía en creer que coleccionaba mariposas cuando lo cierto [era que ellas
coleccionaban las horas del jardín en que se almacenaba mi paciencia; [aquel ciprés
que quizá por ser tan pequeño me había jurado con insistencia morir pronto
pero que al final no se decidía, era por lo tanto cobarde
y me estafaba; el modo en que un pariente mío, que es químico
y hasta inventó el DDT, dice su ay, oye, chico, te felicito, cuando
lo incordian con tonterías; la rabia y los celos que le cogieron
a su loro cuando tuvo niñas
mi tatarabuelo, por qué me olvido siempre de averiguar de una vez por todas
quién fue que dijo eso tan bueno de la canción "volare, volare" era
"in contributo italiano alla conquesta del'espazio" (o como
diablos se escriba), cómo todo lo guardaba
algún sabor al pan blando de la infancia ha ido diluyéndose
tal un tiempo de nubes en las que se reflejan bicicletas y eucaliptus
y cómo el más terrible espejo de los años y mientras
me olvido de estar vivo nada más me va quedando
el empequeñecido rostro en que está la turbia,
final e inclemente noche de uno mismo.

Santiago Monttobio

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