jueves, 10 de noviembre de 2011

Giovanni Boccaccio: Frailes viles y lujuriosos (*)


... porque no se puede motejar mas que de robo cuando alguien quita a otro de algo suyo contra su voluntad.

 -Míreme, yo soy fraile -prosiguió el peregrino apasionadamente-. Conozco muy bien mis congéneres y voy a decirle muy claramente a usted sobre el tipo de gente que son. Me perdonará si me alargo demasiado, pero el asunto es importante, porque no quisiera yo que cayera usted en la misma ratonera. 

Verá. Los frailes eran hombres santos y valientes en el pasado, pero los que hoy día se hacen llamar frailes, de santos no tienen ni siquiera el uniforme, porque en los tiempos antiguos quien inventara esto de las órdenes religiosas les empujó a llevar túnicas gruesas y de míserables telas, de modo que demostraran con ello su desprecio de lriquezas materiales. Sin embargo, en el día de hoy se las hacen de seda, bien anchas y de doble capa, para estar cómodos y poder presumir en los templos y en las plazas, de la misma manera que hacen los paganos, y no sienten la mas mínima vergüenza por ello. Y, de igual manera que el pescador lanza su anzuelo con un cebo bien jugoso, ellos emplean su capacidad de aterrorizar a viudas y mujeres crédulas, a las que intentan pescar para hacerlas entrar debajo de sus anchas túnicas de ricos tejidos, de modo que no se dedican a otro ajetreo que a estos pocos santos menesteres. Hágame caso, los frailes de hoy no tienen de frailes ni siquiera los hábitos. Como mucho, el color de los hábitos. Los antiguos frailes querían la salud de los fieles, mientras que estos solo se preocupan de las mujeres y de las riquezas, y por eso ponen todo su empeño en amedrentar con palabras e imágenes a los estúpidos, diciéndoles que solo se salvarán por medio del sufrimiento y, sobre todo, de las limosnas, de manera que ellos, que se han hecho frailes no por devoción sino por vileza y aversión al trabajo, obtengan de unos el pan, de otros el vino y de otros las mujeres. 

Yo pienso que la limosna y la penitencia son buenas obras para aliviar el alma, que conste, pero, si quienes dan dinero a la Iglesia supieran donde va a parar lo que tanto les ha costado reunir, se guardarían muy mucho de soltar un euro y mas bien preferirían tirárselo a los marranos. Los frailes saben muy bien quienes poseen riquezas, y se esmeran especialmente en aterrorizarlos con el fin de conseguir apropiarse de ellas. Así, despotrican contra la lujuria para que, al renunciar los lujuriosos a las mujeres, éstas se queden solo para ellos, condenan la usura y el dinero ganado con malas artes de modo que, con el dinero de los arrepentidos, puedan hacerse buenas túnicas y comprar cargos en los obispados y los cardenalatos. 

Ellos dicen:

-Haced lo que yo diga, no lo que yo haga.

Y  con esto creen quedar ya impunes para dedicarse a sus tropelías. ¡Como si las ovejas fueran capaces de ser mas razonables y disciplinadas que su pastor! Y lo gracioso de todo esto es que siempre hay tontos que están dispuestos a tragarse estas cosas, lo cual les viene muy bien a estos bandoleros con hábito de monje porque, al hacer lo que te didcen que hagas, les dejas el camino libre para que ellos hagan todo lo que quieran sin tener quedar explicaciones. Así, esperan que les colmes de dinero las bolsas, que les cuentes todos tus secretos, practiques la castidad, tengas paciencia con los abusos, perdones las injurias y te guardes muy mucho de insultar a nadie. 

Todas esas cualidades están muy bien no lo dudo, pero, ¿cómo las usan ellos? Pues las utilizan para poder llevar a cabo lo que prohiben hacer a los fieles, porque ¿quién no sabe que mantenerse en el cargo cuesta un montón de dinero? Si tu no les das dinero, ellos se quedan sin puesto; si te dedicas a seducir mujeres, no les quedará ninguna a ellos, si no eres paciente y no perdonas las injurias, seguro seguro que los frailes no van a ir a tu casa a saquearte de todos los modos posibles.

-La verdad -continuó el peregrino- es que estas cosas...


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(*) Giovanni Boccaccio en 'El peregrino', relato de 'El Decamerón'. El título es nuestro.