lunes, 8 de enero de 2007

José Mª Amigo Zamorano: Caminar Recordando


por José María Amigo Zamorano (*)

Al saber la triste noticia de la muerte de Elena Soriano me propuse rendir homenaje postrero, en "Caminar conociendo", a quien había sido una magnífica escritora y una animadora cultural de primer orden con la revista "El Urogallo"; ofrenda, además, para quien había tenido elogios hacia nuestra revista.La escritora, -"suegra del Boyer", que recordó el Umbral, como en realidad lo fue-, murió en diciembre pasado. Dos años antes me escribió una carta breve en la que decía entre otras cosas: "los 'viejos' nos vamos muriendo con el siglo XX"; no sabía -no podía saberlo- que su muerte estaba tan cercana, pero contaba, quizás, la desaparición de sus numerosos amigos y conocidos: María Alfaro, Juan Fernandez Figueroa ...

El azar me proporcionó materia para completar el número: el diario YA, en artículo de opinión de Medardo Fraile, recogía la noticia de la muerte del hispanista inglés Charles David Ley.

Sabía yo de este hispanista por mis conversaciones veraniegas con el viejo escritor y amigo García Luengo que lo había mentado varias veces como autor de un memorial en el que recogía, entre otras cosas, sus excursiones a Las Navas del Marqués con Cela, García Nieto y otros de la llamada Juventud Creadora. De manera que quedó hilvanado el número en torno a Elena Soriano, Charles David Ley y José García Nieto.Me puse en contacto con escritores aconsejado por Eusebio y por Juan José Arnedo, marido de Elena, quien, a pesar del dolor por la muerte de su esposa, me facilitó direcciones e incluso donó la obra a la Biblioteca Pública de Las Navas.Lo mismo hice con José García Nieto.

Unos enviaron colaboraciones -agradezco el obituario de El Mundo enviado Santos Sanz Villanueva y que, lamentablemente, no he podido reproducir entero por falta de espacio-, otros disculparon su negativa y, algunos, para que todo fuera real como la vida misma, a pesar de la confianza que pusieron sus más íntimos, ni contestaron.Sobre el hispanista inglés, me dirigí a José Esteban, editor de sus memorias, "La costanilla de los diablos", para que me autorizara a publicar el capítulo VI y, de paso, si quería, presentara a su autor. Aceptó encantado lo que le agradecí.

Luego murió Carlos Gurméndez, insigne escritor, eminente filósofo de las pasiones, amigo de la escritora y conocido mío; cito esto porque me había contestado a finales de diciembre, recién venido de Galicia, prometiéndome que, en pasando las fiestas navideñas, me escribiría "un largo artículo sobre Elena Soriano": su muerte me impresionó y vime obligado a variar un poco la forma a fin de que Elena y Carlos hicieran el último "camino" juntos: amigos en vida, juntos en la muerte.

Tengo que decir que, contemplado ahora el número, me parece estar viendo un fresco de la Historia de la Literatura Española de los años 50 y 60, con sus luces y sombras. Años en los que cada uno logró sobrevivir como pudo, combatiendo el hambre y el odio cainita que trajo la guerra; e intentando abrir una pequeña rendija en el negro muro, a costa, muchas veces, de prohibiciones y exilios; verbigracia: Elena Soriano y Carlos Gurméndez entre los vencidos; también en la parte vencedora había, al parecer, personalidades que desafiaban la prepotencia de los mandos triunfadores escribiendo, por ejemplo, poemas de amor, cuando no se llevaba, y ejerciendo la tolerancia, como José García Nieto, según el catedrático y poeta Joaquín Benito de Lucas, máximo conocedor de su obra, quien no duda en calificar al Premio Cervantes de poeta "de la reconciliación nacional" en las páginas de "Caminar conociendo". Un pequeño fresco de un tiempo no tan negro (en literatura) como nos lo han pintado -por obra y gracia de gentes a las que me he referido- pero sin ese color rosado con que algunos hagiógrafos quieren disfrazarlo: dictadura y censura, haberla, la hubo: unos la vivieron y otros la estudian en los manuales de Historia.

(*) José Mª Amigo Zamorano es director de la revista 'Caminar conociendo'

EDITORIAL DEL NÚMERO 6 DE LA REVISTA EN LA PÁGINA 3

LUIS ALBERTO DE CUENCA: 2 POEMAS

Desde la Biblioteca Nacional
Luis Alberto de Cuenca*

El bosque

El bosque me contó la vieja historia.
Dijo que hubo otro tiempo en que los hombres
se aventuraban entre su espesura
en busca del oráculo divino.
Pero nadie llegaba a ver el centro
de la selva, donde la pitonisa
resolvía las dudas de los fieles.
Porque no había centro, porque el bosque
era y es un inmenso laberinto
sin principio ni fin, y porque el orden
de las cosas excluye las respuestas.
Y es así como, ciegos e ignorantes,
nos dirigimos hacia el precipicio
de la nada, perdidos en el bosque
de la traición, el odio y la mentira.
Eso me dijo el bosque en un susurro,
mientras yo iba camino de Damasco.
Irlanda

Por Edward, Lord Dunsany, que cantara
las gestas de un caballo de madera
en cuento muy bello; por el libro
de Kells, iluminado por los ángeles;
por nuestra fe católica, basada
en la benevolencia de María
y no en la crueldad del dios hebreo;
por San Patricio, que te dio las cruces
de piedra que jalonan tus caminos;
por el héroe Cuchulainn y por Molly
Bloom, que lo atrajo hacia sus senos
y le dijo que sí, que lo quería,
en la última frase del Ulysses
yo te saludo, Irlanda, esta mañana
de septiembre en que todo está borroso
menos la geografía de tu isla,
desde donde me envías a la cárcel
un mensaje cargado de futuro.
Lisboa, 26 de septiembre de 1996
Luis Alberto de Cuenca: poeta e investigador del CSIC;
Premio de la Crítica del 85
Ilustra: Úrsula Martín (La ilustración aquí no aparece)

EN LA REVISTA 'CAMINAR CONOCIENDO' Nº 6 (JULIO DE 1997) EN LA PÁGINA 5

viernes, 5 de enero de 2007

ELENA SORIANO: BIOBIBLIOGRAFÍA

ELENA SORIANO - biobibliografía

Nació en Fuentidueña de Tajo (Madrid). En 1950 publica su primera novela, Caza menor, donde aborda el cainismo de los españoles que nos llevó a la guerra del 36. En 1976 fue llevada a la televisión y proyectada en 20 episodios.

En 1955, escribe bajo el título "Mujer y Hombre" tres novelas, La playa de los locos, Espejismos y Medea 55, donde se tratan problemas como el tabú de la virginidad, el deterioro del amor conyugal y la venganza subliminal de la mujer moderna a la traición de su compañero rechazando la maternidad. La playa de los locos fue prohibida por la dictadura franquista, siendo editada 30 años después.

En 1969 funda la revista El Urogallo que editó (financiada por ella sin ayudas ni subvenciones) y dirigió personalmente. Dio a conocer durante seis años la mejor literatura de la época e hizo una insuperable labor por la cultura de la libertad.

En 1985, la Editorial Plaza Janés publicó Testimonio materno de gran impacto social con ocho ediciones agotadas. La misma editorial, en 1986, publicó en un sólo tomo la trilogía "Hombre y Mujer" y en 1990 el libro de relatos La vida pequeña.

A lo largo de 30 años Elena Soriano publicó artículos y ensayos en España y el extranjero: La emoción en el teatro de Sartre, La juventud como problema, La obra de Baroja durante la República etc ... Muchos de estos trabajos fueron publicados por la Editorial Anthropos con el título Literatura y vida en tres volúmenes entre los años 1992 y 1994.

El pasado año poco antes de morir la Editorial Huerga y Fierro le publicó una selección de relatos con el título Tres sueños y otros cuentos.

Trabajaba en el ensayo El donjuanismo femenino y proseguía su extenso ensayo, Defensa de la literatura. Apuntes para un ensayo interminable.

El periodista Esteban Hernández, estudioso de su obra, prepara un libro critico y biográfico, de próxima aparición.

Elena Soriano, que no se presentaba a concursos, fue jurado de muchos: los Pablo Iglesias, Plaza y Janés, Nacional de las Letras ...

Cedidos a la Cruz Roja Española los derechos en lengua castellana de su obra Testimonio materno, han dado lugar a la creación de la fundación CREFAT de la que Elena era Vicepresidente.

Fuentidueña de Tajo dio el nombre de Elena a su calle principal y Suances (Cantabria) erigió una gran estela de piedra frente al mar en recuerdo de la escritora ya que se inspiró en dicho lugar para escribir La playa de los locos.

En 1991 recibió el premio Rosa Manzano a su labor de escritora progresista y en el 93 la Medalla de Oro Individual de la Comunidad de Madrid por su obra literaria en defensa de la libertad de pensamiento y de los derechos humanos.


Tomado de la revista 'CAMINAR CONOCIENDO', Nº 6, PÁGINA 8

CARTA DE ELENA SORIANO A JOSÉ MARÍA AMIGO ZAMORANO

Elena Soriano - C/ Maestro Ripoll, 24

28. 006 Madrid- 24, enero de 1995

Estimado José María Amigo Zamorano:

Le ruego que disculpe mi tardanza en corresponder a su carta, sin fecha, por cierto, acompañada de los ejemplares de la revista "Caminar conociendo" que usted dirige; todo lo cual encuentro, al regresar ayer de una larga estancia en el campo del Ampurdam catalán. Le agradezco mucho el envío de dicha revista, tan vivaz, fresca y juvenil como ahora se ven pocas publicaciones culturales y le felicito por su labor en ella. También le manifiesto mi gratitud por su invitación a colaborar en sus páginas, que intentaré realizar pronto; y, sobre todo, sus referencias a mi antigua amistad con Eusebio García Luengo, que perdura invariable, a pesar de su actual retraimiento, que comprendo muy bien, pues también lo practico yo misma: los tiempos así lo imponen a los "viejos" que vamos muriendo con el siglo XX ...

Le reitero mi gratitud por sus muestras de aprecio que correspondo sinceramente, con muy sinceros deseos de éxito y cordiales saludos de su afma.

Elena Soriano

APARECECIDA LA CARTA EN 'CAMINAR CONOCIENDO', Nº 6

MUERE EN MADRID LA ESCRITORA ELENA SORIANO

Muere en Madrid la escritora Elena Soriano

Con estos titulares se hizo eco la prensa de su fallecimiento
La novelista calificó nuestra revista de "vivaz, fresca y juvenil"
(Reproducimos los dos primeros párrafos de los obituarios de El Mundo y ABC)

Exilada en su patria

La escritora Elena Soriano pertenece a la olvidada España del exilio interior. Fue persona de convicciones liberales y de simpatías socialistas y, aunque en precarias condiciones de falta de libertad íntima, publicó Caza menor en 1951, una novela psicológica un tanto tradicional, hosca y amarga. Por edad (nació en 1917), forma parte de la primera generación de postguerra, con la que se vincula por su inclinación al tremendismo y existencialismo propio de los años cuarenta, representado entonces por Cela y Delibes.

Ese exilio interior no hizo no hizo desfallecer a Elena Soriano, pero la censura le causó un daño irreparable al prohibir La playa de los locos (1955), inicio de la trilogía temática "Hombre y Mujer", que se completó con Espejismos y Medea. El ciclo de cuestiones entrelazadas que insinuaba o abordaba en ese tríptico novelesco se convirtió, pasado el tiempo, en el eje central de sus preocupaciones: el enfrentamiento entre el instinto y la razón, la huella del tiempo, el descubrimiento del sexo y el poder de la sensualidad, la guerra y sus estragos, los problemas de la educación, los anhelos insatisfechos e inalcanzables, el sentimiento y disfrute de la naturaleza ...

Santos Sanz Villanueva. El Mundo, 5 - XII - 1996

Las clases medias

"... Elena Soriano, la suegra de Boyer, fina escritora y ensayista de la que fui amigo toda la vida, que llevó con elegancia de dama middle-middle class la censura caudillista y acaba de morir en Madrid, a avanzada edad. Descanse en paz."

Francisco Umbral. El Mundo 6 - XII - 96

Muere en MADRID LA ESCRITORA ELENA SORIANO

Muere en Madrid la escritora Elena Soriano

Elena Soriano (Fuentidueña de Tajo 1917) ha desaparecido al pie del cañón pues su último libro, los excelentes relatos "Tres sueños y otros cuentos" apenas acaban de aparecer en librerías cuando llega la noticia de su muerte. Sus restos mortales fueron enterrados ayer en Madrid. En buena medida autodidacta, pese a sus estudios de magisterio y a su formación de lectora incesante, repleta de una extensa cultura literaria y filosófica - de la que dan buena muestra tres volúmenes de "Literatura y vida" (1992 - 1994) - no fue tan sólo una narradora personalísima sino también una animadora cultural de primera magnitud como demostró cuando fundó y dirigió "El Urogallo". También contribuiría años después a la resurrección de esa misma empresa junto al también desaparecido José Antonio Gabriel y Galán.

La existencia de Elena Soriano ha estado gobernada por una pasión central, la de la literatura, a la que se consagró desde muy joven, pues ya en 1952 publicaba una primera novela "Caza menor" que evidenciaba unas dotes expresivas poco comunes. Fue un producto insólito en la aplastada España de su tiempo, donde aquel drama rural y familiar de estirpe existencial desembocaba en el imposible final de una amenazadora guerra civil. En medio de las dificultades de la época Elena Soriano menudeó sus intervenciones en revistas y periódicos de dentro y fuera de España, destacando también como conferenciante y participante y congresos y coloquios, mostrando siempre en todo ello un espíritu democrático y progresista que no dejó de traerle bastantes problemas.

por Rafael Conte. ABC, 4 - XII - 1996

LEIDO EN CAMINAR CONOCIENDO, Nº 6

Celia Zaragoza: ELENA SORIANO: literatura y vida

Elena Soriano: literatura y vida

por Celia Zaragoza*. Madrid, 25 de abril de 1997

ELENA SORIANO se manifestaba orgullosa de su origen andaluz. Había nacido en Fuentidueña de Tajo (Madrid: 1917). Pero su sangre y su temperamento "eran de Córdoba, y su infancia, de varios cortijos de Andalucía", aseguraba.

Durante muchos años y hasta sus últimos días, vivió en la misma casa de aquella misma calle madrileña (Matías Montero, denominada luego Maestro Ripoll), de "aire quieto, residencial y tranquilo, entre los árboles y las plantas trepadoras del jardín, con aire cerrado y elegante en la que todo parecía igual", como con penetrante melancolía describió ANTONIO NUÑEZ.

En plena colonia El Viso, y a pocos pasos de allí, ELENA cruzaba los domingos hacia la inolvidable tertulia de su gran amiga MARÍA BAEZA (de cuyo fallecimiento se cumplen en estos día 16 años, 1888-1981, auténtica luz en su grupo familiar y en el ambiente cultural de la época).

Al regresar de Tambre, 24 (posteriormente, de Lázaro Galdeano, 2), un grupo de fieles amigos aguardaba a Elena desde los anaqueles de su biblioteca: BORGES, SÁBATO, CORTAZAR, RULFO, FUENTES, GARCÍA MÁRQUEZ. Alternaban con clásicos españoles y con las últimas novedades generacionales que, ininterrumpidamente, llegaban a su casa. Y también (pues era muy afecta a lo popular), con una completísima colección de tangos (que tan bien bailaba), donde lucían FRESEDO, PIAZZOLLA, DISCÉPOLO. O MARÍA ELENA WASLH.

Así, de su profundo conocimiento e interés por las literaturas hispanoamericanas e hispánicas, y de su inquietud por la evolución de nuestra lengua (tema, más que nunca, de tan grande actualidad), nació la revista literaria El Urogallo, que ELENA SORIANO fundó y dirigió desde 1969 a 1976, asesorada y apoyada en todos los órdenes (sin ninguna protección oficial ni oficiosa) por su marido, JUAN JOSÉ ARNEDO. En la heroica aventura, procuraba evitar tanto "el nacionalismo aldeano como el papanatismo hacia lo foráneo, la nostalgia del pasado como la precipitación novedosa". Abrió sus páginas a distintas edades, nacionalidades e ideologías con el sólo común baremo de la calidad. Y acertó.

Entre los homenajes que recibió ELENA, queremos destacar el que le dedica (LITERATURA Y VIDA, I, II, III) los tres tomos de ANTHROPOS (Colección Pensamiento Crítico / Pensamiento Utópico) en edición sobria y cuidadísima. El sagaz y exhaustivo prologuista, CARLOS GURMÉNDEZ, señala en ELENA la condición de anticipadora e intuitiva con profundidad envidiable. Ya en los años cincuenta vertía sus clarificadoras opiniones a través de su gran amiga y confidente, la literatura, de la que estuvo apartada más tarde durante siete años. Período que habría de contemplar y analizar, con desgarradora lucidez en Testimonio materno: con voluntad de útil alerta hacia lamentables circunstancias que habrían de proyectarse sobre la juventud de nuestros días. (Y en la que no volcó piedad hacia su hijo, ni hacia la sociedad, ni hacia sí misma)

Como novelista, tras la polémica Caza menor (1951: inicialmente víctima de la censura) había publicado una originalísima trilogía (La playa de locos, Espejismo y Medea).

Como cuentista, la selección agrupada bajo el título de la Vida pequeña, constituye una gratísima sorpresa.

La suma de estas relecturas, el repaso de estos textos, nos detiene también en otro aspecto de los tomos de ANTHROPOS: la serie de Sagaces ensayos; paralelamente, aparecen exponentes de no menor relieve en su género, que la revela como gran cronista de acontecimientos culturales, en los que descuella el teatro, y que tiene lugar en el resto de Europa. Fueron publicados inicialmente en Cuadernos (París), Ínsula y, especialmente, en Índice. Sin dejar nunca de ser, por igual, sólidos, amenos e informativos. Sin dejar de lado una pizca de ironía, (nunca amarga), y en ocasiones volcada sobre si misma.

Por su dominio amplio de todas los recursos literarios; por su perfecta comunicación de temas centrados en aspectos de la cultura no siempre accesibles, o al alcance del lector; por su actitud de alerta ante el obligado compromiso social en un mundo que, sin retroceder un punto, se muestra día a día, más indiferente, egoísta, cruel, ELENA aparece, aun hoy, merecedora de aquellos adjetivos con los que se la definió: utópica, lúcida, aguda, científica en el manejo de la propia visión del mundo que la rodeaba.

En realidad, al releer su obra, parece que volvemos a escucharla o hablar con ella y que, en estas fechas en que hubiera cumplido ochenta años, ELENA no hubiera muerto. En realidad, no ha muerto.

*Celia Zaragoza es periodista

(tomado de la revista 'caminar conociendo' nº 6, páginas 8, 9 y 10)


Jacinto Luis Guereña: CON ELENA SORIANO EN LA ESPUMA DEL TIEMPO




Con Elena Soriano en la espuma del tiempo
(tomado de la revista 'caminar conociendo, nº 6, págs, 10 y 11)

Por Jacinto Luis Guereña*

1. - Dentro de las biografías, sin hojarasca y lejos de brezales, acaso siempre resulte humanamente útil acudir a Albert Camus. Así, ahora, releyendo "El mito de Sísifo", en creencia de frases que actúan casi como postulados, me hallo con lo que recordaba aunque sin precisión. He aquí las palabras, sin presunción ninguna, y en su desnudez cotidiana, muy hondas, en total autenticidad, y que conviene a la edad mágica y dolorosa y hermosa que nos tocó asumir, históricamente hablando. La frase constructiva y soñadora, aquel grupo de amigos que fuimos y nos unía el horizonte de fusiones y deseos. La edad urgente y utópica. Amigos del grupo: Jorge Renales, Juan José Arnedo, Elena Soriano, Arturo del Hoyo, Justo Diaz Villasante, Jacinto Luis Guereña, y anillándonos la sensibilidad de las cosas culturales y artísticas. Es decir, soñábamos, la confianza se llamaba esperanza. Para el país y el mundo, nos entrelazaba, cada cual con su estilo propio, la emoción más humana, la filosofía más exigente del ser. ¿No se definía en nuestros años? Esa razón también la recuerda Camus, y ahora copio la frase prometida y pedagógica: "Llega siempre un tiempo en que hay que elegir entre la contemplación y la acción. Eso se llama hacerse hombre" ¿No es aclaración suficiente? ¿Qué crónica podría simbolizarla mejor si se tiene en cuenta que era la historia de todos, incluyéndose por edad al propio Camus y además con la sangre española de su madre? La espuma del cierzo, la espuma de oleajes cuya urgencia tal vez no se deseaba tan ardientemente. Pero llegó con la Segunda República en España, y nos tocó a todos. Cuando se sueña se quiere muchísimo, y no la aceptación, más bien todo o nada. Ese decisivo planteamiento también fue nuestro, en mayor o menor grado de voluntad y añado el complemento explicativo camusiano a su frase: "Esos desgarramientos son espantosos, pero para un corazón orgulloso no puede haber término medio". La pura sed de lo verdadero. La desnudez completa de nuestra elección. Los amigos citados, y algunos más, por supuesto, convergíamos. Y éramos felices.

2 - Los recuerdos tienen un arranque - concretamente 1932 - 1933 -: estudios y problemas estudiantiles, la FUE y las Juventudes, exámenes de ingreso en las luego tan aplaudidas promociones pedagógicas del Plan Profesional de la Enseñanza, en el vasto caserón de ladrillo: hermosa y rectangular presencia que la filosofía educadora del Gobierno empujaba con entusiasmo.
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¿Se erguía, luciendo ya su plumaje, entre otras aves, el urogallo misterioso, en la mente de Elena Soriano? Cabe señalar que allí, en la colina de los chopos, se alzaba, con las mismas estructuras actuales, la Residencia de Estudiantes. Y en nuestra Escuela, en los bajos, tenía su sede el Museo Pedagógico, a la sazón dirigido por Alejandro Casona. ¿No eran las mágicas energías del ambiente, encandilándonos y aporreando? Tenía que ser así, y fue inevitable: conocer a Federico García Lorca y a Juan Ramón Jiménez y a Casona y Rafael Alberti y a Ramón Gómez de la Serna. De Casona, con "La sirena varada" y "Nuestra Natacha", encarnación directa de lo que simbolizábamos y queríamos ser, los razonamientos impacientes; también el teatro de Margarita Xirgu y "Yerma" y "Bodas de sangre". [Con] la comezón y el hervor, seguro que fue preparándose "El Urogallo", al igual que con Jorge Renales y conmigo se hizo el bosquejo de una revista poética, "Vértice"; y con Antonio Diez Martínez se llevó adelante la realización de "Horizontes".
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3. - Todos nos relacionábamos. Las urgencias literarias se compaginaban apasionadamente con la existencia cotidiana y coetánea. La polifacética experiencia de 1936 - 1939 y las consecuencias que produjo, en el campo republicano, -el campo del moro y del almendro, por decirlo con vocabulario de Max Aub- el campo de los vencidos.

Y surgió, con la derrota, el exilio, tremenda aventura tanto en el exterior como dentro de España. Años terribles, sin dicha para nadie, ni para vencedores ni vencidos. ¿Cómo alborear con luces de felicidad? ¿Quién se atrevía, de modo natural y espontáneo, a gozar de su juventud? Así, los años, en proyección de tatuaje y heridas para siempre, radicalmente imborrables. Dos caminos o dos desembocaduras, en la identidad de Elena Soriano: su vertiente de narradora, y su entrega a la edición de una revista: ya se sabe que fue su obra más personal, y en ambas direcciones.
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Escribir en semillero de autenticidad, sin dejar de lado los ensueños: el territorio visionario. No tanto en estilística como en ahondamiento, palabras para atravesar fronteras porosas y, temáticamente, la unión entre mujer y hombre. Siempre ha sido así, tenía que serlo en nuestra autora. La comezón de vivir soñando y, casi por necesidad, el afán de encontrar la llave de una cerradura oxidada. ¿O qué otra cosa era la censura franquista en cuanto a creatividad?

La aglutinación argumental de personajes -trayéndome a la memoria su perspectiva de tensiones dramático / sexuales-, los paraísos oscuros del dolor, las heridas sin maquillaje alguno, y que, acaso, tuvieron manantial en la chilena Gabriela Mistral.

¿También la voz testimonial si se lee de través la enjundia narradora? Es muy posible y así lo creo. Las agujas de la familia que se hace tras el lento amor que fue construyendo la silueta de los hijos. Lo que acaece dentro y fuera de las vallas hogareñas; lo que no se puede impedir: filosofía fatalista: antigua herencia clavada en el carácter español: ineludible siempre: cariz dramático que Goya y Picasso ostentan como estandartes en su obra.

4. - Tras estas hondas, voladeras y ancladas experiencias dentro del arte de novelar, surgiría la ambición, la obstinación de ser editora de revistas. Esfuerzo muy notable, profundamente personal en todos los aspectos: fundación, dirección y soporte editorial. Es, fue, -queda el eco vivo-, "El Urogallo". En sus páginas colaboramos casi todo el grupo de aquella juventud entusiasta y creadora de los años inmediatos a la guerra. Elena Soriano tuvo a gala enardecer, con variada densidad y [ricos aportes] de las letras españolas y extranjeras, los diferentes números que fueron saliendo desde el inicial, en 1969, hasta 1976. Estos años representan su fuerza timonera.

5. - Y luego, la muerte.

Jacinto Luis Guereña es profesor, traductor y poeta. Son conocidas sus traducciones de Baudelaire, Verlaine y Supervielle.

Esteban Hernández: ELENA SORIANO: LA PALABRA Y LA OSCURIDAD

Por Esteban Hernández*

Que su primera obra se desarrollase en un entorno donde la naturaleza era protagonista de primer orden no es casual. Aquel esplendoroso despliegue de léxico, aquellas descripciones precisas y eruditas, fastuoso escenario para un drama pasional, sentido y cruento, llevaron a la errónea creencia de que "Caza menor" era un texto ruralista, manejado por los rencores de una familia poco representativa. O mucho, pero de la España profunda.

Por supuesto, absolutamente incierto. Al igual que la trilogía que le sucedió, fue una obra que radiografiaba la naturaleza humana. Eran miedos, odios, deseos, fobias, resquemores, angustias puestas al desnudo por la hábil ¿habilidad? de una escritora de raza. Y al margen del inevitable choque que aquellas novelas produjeron con las fuerzas vivas de la época, lo que permanece es esa lucha cruel y constante del ser humano consigo mismo. Manifestada en el impulso primero, conseguir un ejemplar determinado del sexo opuesto, aunque no reducida a este casi anecdótico aspecto.

Se trataba de personas fácilmente reconocibles, inquiriéndose por su felicidad, incapaces de llegar a puerto, con la duda y la angustia por acompañantes casi únicos. Sin embargo, si en "Caza menor" todas las preguntas son cegadas por los hechos, en "Mujer y Hombre" sí son enunciables por sus protagonistas. Aunque no haya contestación posible.

Es en ese instante cuando la escritora se aleja de la narrativa; sus siguientes trabajos pertenecen al campo del ensayo. Y más tarde emprenderá la aventura de "El Urogallo". Entonces acomete una empresa compleja, arriesgada y titánica: "Defensa de la Literatura". Se publica por entregas en su revista (Anthropos la editará en 1993) pero dejando aparte muchísimo material (que es muy posible que sea recogido en un volumen). Y una empresa que, ante todo, es la mejor respuesta que Elena Soriano posee para todos los interrogantes que surgen en sus textos y en el mundo que vive. Cualquier posible solución pasa por ahí.

Su hijo Juanjo fallece. Es el menor, muy joven; la muerte ha dictado su absurdo prematuramente. Nace "Testimonio materno", literatura de nuevo para combatir la pérdida, entender las causas y conocer mejor cuál es nuestra situación en nuestro mundo y en el universo. Se confiesa la autora; ya no es un personaje de su invención quien habla, sino ella misma y a tumba abierta. El afán de comunicación es aquí mucho más evidente. No hay otro texto suyo donde la defensa de la literatura posea argumentos más contundentes. No es su mejor libro, sí el que mejor pone al descubierto algunas utilidades de la palabra escrita.

Porque la obra de Elena Soriano no es otra cosa que un debatirse continuo - como la misma existencia - en ese vacío que oscila entre las oscuridades de lo humano y la capacidad de dar nombre a nuestras perplejidades. Allí es donde la literatura tiene un trabajo por delante, y allí es donde la escritora de Fuentidueña de Tajo ubicó su pluma.

Esteban Hernandez es periodista.
En breve publicará un libro crítico
sobre Elena Soriano

LEIDO EN 'CAMINAR CONOCIENDO', NÚMERO 6, PÁGINA12

Eusebio García Luengo: RECUERDO DE CARLOS GURMÉNDEZ



Recuerdo de Carlos Gurméndez: un pensamiento rico y pasional.


Eusebio García Luengo habla del que fue su amigo Carlos Gurméndez, escritor, pensador y humanista, madrileño de adopción, notorio en los círculos intelectuales de su tiempo y de ahora.
 Eusebio, amigo de "Caminar Conociendo", hombre que busca y anima la conversación, nos trae los recuerdos de su amigo C.Gurméndez.

Conocí a Gurméndez, nos dice, en esos cafés literarios madrileños como "La Granja del Henar", siendo estudiantes en la Universidad de Madrid. Gurméndez, aunque nacido en Montevideo, llegó muy jovencito a Madrid, y se integró muy bien en el mundo madrileño.

Era un hombre muy comunicativo, muy expansivo, y respecto de otros escritores propiamente españoles, él como hispano americano y con motivo de su estancia en Europa, tenía una visión y una cultura mas amplia que el resto de amigos del grupo español. Era profundo conocedor del pensamiento y la literatura alemana, lo cual era poco frecuente, además de la literatura inglesa, francesa y soviética.

Carlos Gurméndez simultaneó las carreras de Filosofía y Letras y Derecho en la Universidad Complutense, donde se afilió a la organización estudiantil de izquierdas FUE, lo que le impidió finalizar la licenciatura de derecho en Madrid, teniendo que completar sus estudios en la Universidad de Berlín.

Durante la Guerra Civil dejé de verle, pero en la inmediata posguerra, viviendo él aún en la calle Gran Vía, reanudamos nuestra amistad. Gurméndez es uno de los pocos amigos que siempre me ha sido no sólo muy afecto, si no también muy fiel, y yo le estoy agradecido que siendo una amistad de mas de medio siglo, se acordase de mi y me llamase por teléfono, aun en estos últimos años cuando yo hacía una vida casi conventual.

Gurméndez era hombre al que gustaban los grupos de tertulia en los cafés, a los que llegaba fácilmente por ser un hombre de gran simpatía y don de gentes. Grupos a los que acudía gente muy diversa, de pensamiento políticamente ambiguo, cosa que no se entiende fácilmente por personas que hacen una sola clasificación ; "franquistas", "de izquierdas", ¡ no !, había mucha gente que no eran ni franquistas ni marxistas, entre los cuales estaba este grupo, era gente liberal que habían conocido la República y que hacían una vida literaria de tertulia, grupos de pintores, poetas, literatos, entre los cuales estaban Fernando Chueca, Alfonso Buñuel, hermano de Luis, Carlos Arniches hijo del escritor madrileñista Arniches, Juan Esplandiú, Paco Galicia, etc.

Estas amistades, habiendo sido nombrado agregado cultural de la legación Uruguaya, y su pensamiento opuesto al Régimen, no pasaron inadvertidas, puesto que como diplomático tenía cierta vigilancia, dando lugar a una denuncia que le obligó a marchar de España. En la víspera de su marcha estuvimos sentados los dos charlando en la terraza de un café, porque era verano, en el Paseo de Recoletos.

Entonces marchó a París, Montevideo, Bucarest, años durante los cuales desarrolló una intensa actividad intelectual y diplomática. Desde su exilio colaboró enviando escritos a las revistas Indice, y La Gaceta Literaria.

En 1973 pudo volver a España, a Madrid, que era su verdadera querencia. El siempre se consideró madrileño, pues fue allí donde hizo su carrera, donde tenía sus amistades, donde vivió y donde ha fallecido.

Se incorporó a la vida intelectual, actividad que ha mantenido hasta el final de su vida, junto a algunos de los que fueron sus amigo, tales como, J. L.. Aranguren, José Bergamín, Ortega Espotorno, personaje este fundamental en la Revista de Occidente y el diario El País, y quien le llevó a la colaboración que luego ha mantenido durante tantos años en el citado diario. Se dedicó con verdadera pasión a escribir, dejando una gran obra no sólo en importancia, si no también en cantidad.

Tenía Gurméndez mucho interés en tener lectores, en trascender como autor, de llegar a la gente, cosa que conseguía a pesar de cultivar un género no fácil, un género filosófico, obtuso, con muchas citas de filósofos alemanes. A veces me llamaba por teléfono y me preguntaba :

-"¿Has leído mi artículo ?" . Tenía como digo ese afán de ser leído.

Elena Soriano, Carlos Gurméndez y Eusebio García Luengo mantenían ente ellos una amistad desde años, amistad que les ha traído a esta revista, en la cual los tres han mostrado interés en colaborar. A la pregunta de si además de la amistad les unía un mismo interés por la temática de los sentimientos, Eusebio nos responde :

-No, no creo que hubiese un parecido entre ellos, Gurméndez era mas filósofo y Elena mas novelista. A Gurméndez le interesaba el tema de los sentimientos, las pasiones humanas, el amor era uno de sus temas preferidos, y Elena como novelista tomaba como referencia también esos sentimientos, pero la forma de tratarlos, el interés era distinto, no, no creo que hubiese un parecido.

Entrevista realizada por Manuel Segovia
el 15 de Marzo del 97. Colaboración, Patricia Jiménez


ENTREVISTA APARECIDA EN LA REVISTA 'CAMINAR CONOCIENDO' Nº 6, EN LAS PÁGINAS 13 y 14

Joaquín Lledó: EL INTRUSO EN EL FUNERAL


El intruso en el funeral
(A la memoria de Carlos Gurméndez)

por Joaquín Lledó*

Hay un tipo de espiritismo que se practica con figuras de tinta. Estas figuras hacen volver la voz de los muertos que nos rondan cercanos, e incluso permiten que con esta voz nos lleguen otras voces; voces de otros espíritus más lejanos, desconocidos y misteriosos (pues no hay que olvidar que hay algunos que piensan que en estas letras pueden manifestarse los mismísimos dioses, aunque son muchos los que piensan que esto no puede ser cierto, al menos que es poco probable). De todas maneras, en lo que casi todos parecen estar de acuerdo es en considerar que, en esto de los espíritus, es evidente que las voces amigas sirven de introductoras, de guías. Son ellas las que, tomándonos y empujándonos con su "aliento", nos hacen adentrarnos en mundos desconocidos. Pero pese a esto, y curiosamente, cuando la voz que en estas figuras nos llega es la de alguien que nos fue verdaderamente próximo, es frecuente que el recuerdo de la ausencia de esta persona nos haga borrosas estas figuras, que por ello, al hacerse imprecisos los límites de su corporeidad, parecen perder la poca o mucha alma del desaparecido que hubiese podido atrapar.
Cuando esto nos sucede, nos quedamos ahí, frente a esas figuras de tinta, más sin verlas, perdidos en la realidad en el recuerdo de las pequeñas cosas vividas con aquel que ya no está; rememorando los confusos presentimientos que compartimos con él; los esperas pasadas a su lado; los gestos de ambiguo significado que con él intercambiamos; el común acuerdo en algo en realidad indefinido ...
Por el contrario cuando el que a nosotros regresa en estas figuras es alguien que, aunque próximo, en realidad desconocíamos, entonces cada una de estas marcas de tinta, cada una de estas huellas, se convierte verdaderamente en una posibilidad "auténtica" de comunicar con alguien que ya está con nosotros. Demasiado lejano la tinta sólo sería tinta, o todo lo más sería literatura, ficción; demasiado cercano su ausencia la haría turbia, borrosa, en definitiva tinta muda.
Decía el filosofo recientemente fallecido Carlos Gurméndez que "Vivir es estar viviendo, seguir los caminos de la vida sin pararse en el albergue del yo, deseando no salir de este paraíso sintiente". Yo no conocí a Carlos Gurméndez. Era Carlos, simplemente, amigos de los amigos, gente de mi gente. Pero curiosamente ahora que se ha ido, leyéndolo, lo que comparto con él no son recuerdos en los que figuran esos amigos (aunque todos ellos sean, por cierto, excelentes camaradas tanto para la fiesta como para el trabajoso lance). No. Lo que comparto con él es el gozo de volver a dar aliento, aunque solo sea durante un brevísimo instante, otras voces. Cuenta Gurméndez, quizás porque a él se lo contaron, la historia de un indio boliviano que llevaba mucho tiempo sentado en las escalinatas de un templo y al que preguntaron: ¿Qué hace usted sentado aquí? "Estoy tristeando", respondió.
Tristear es hilar sombras con el nudo de nuestra congoja de existir. Pero, como el propio Carlos sabía, este demorarse en el ensimismamiento es vano si allí no habitan algunas voces esenciales. Pasó él mucho tiempo de aquel que le fue dado vivir en diálogo con estas voces; probablemente con la secreta intención de hacérnoslas más próximas. De ellos testimonia cumplidamente la obra surgida de su quehacer. Un ensayo sobre la dialéctica subjetiva, titulada por aquel que se complació en ser amante "Teoría del Humanismo: Ser para no ser"; un ensayo de antropología dialéctica: "El secreto de la alienación. El hombre actor de si mismo", en el que evidentemente Carlos se adentra en el difícil problema de intentar delimitar lo que es estar poseído y lo que es personal y libre entrega al proyecto común. Su excelente "Teoría de los sentimientos". Y por supuesto su "Crítica de la pasión pura". En todos estos libros ahondó Gurméndez sus sentimientos, creando laboriosamente surcos que ahora nos permite a nosotros volver a recorrer los paisajes en los que su alma se complació. Él ya no está. Él se fue. Pero persiste en estas figuras de tinta su paisaje, y en él las voces de todos esos pensadores franceses, alemanes, ingleses, daneses y rusos que tan pacientemente sondó.
Han conseguido los filósofos españoles de este último siglo salvar de la constante acción de la nada el concepto de "talante", que es nuestra manera de decir ese "estar ahí" del que hablaba Heidegger. Gurméndez ya no está aquí. Pero su voz, prendida en la tinta y toda ella entregada a la tarea de hacer resucitar otras voces, nos devuelve por entero su talante. Fue Carlos Gurméndez un hombre bueno que amó la sabiduría y quiso siempre compartirla con sus amigos. Quizás Carlos ya no puede participar en aquello que ahora estamos preparando, pues quiso el destino que no llegar a franquear el umbral del nuevo milenio. Pero si lo que ahora proyectamos y preparamos se realiza y, realizándose, nos procura felicidad, en ese caso podemos estar seguros de que lo que hemos realizado es en realidad el sueño de Gurméndez.
Liberado ya de la pesadumbre que ocasiona el saberse condenado a partir, Gurméndez puede ya morar eternamente en los lugares que amaba frecuentar: en aquellas páginas del casi olvidado Marx; en el entusiasmo que precede a las revoluciones o en aquel verso de César Vallejo que él amaba citar: "¡Ah! desgraciadamente, hombre humanos, // hay, hermanos, muchísimo que hacer".
Y puede hacerlo sabiendo que allí, en esos instante fugaces - pues poco es el tiempo que se toma para leer un verso - a los que sólo la muerte hace perennes, un día recibirá nuestra visita. Pues es de hombres bien nacidos honrar a sus muertos.

Joaquín Lledó es escritor.
Redactor Jefe de la revista Album Letras.

Un Sumario:


"Tristear
es hilar sombras
con el nudo de nuestra
congoja de existir"


CAMINAR CONOCIENDO, Nº 6 PÁGINAS 14 y 15

Ernesto Parra: LO NO DERRAMADO

Lo no derramado

por Ernesto Parra

En 99 cañones por banda, a un Maestro que no le daba miedo la eternidad: sus pasiones menores. Seguiré su camino.

"Él me decía de Bergamín: comunistas hasta la muerte pero ni un paso más"

Él me decía de Bergamín: comunistas hasta la muerte pero ni un paso más. Los animales muestran su conducta al cazador. Si vuelves a nacer Maestro, vuélvenos a matar con tu presencia y tus textos, que yo seré el preso número 10 con el permiso de Chavela. Al filosofo de la nada, conducta de la Nada. Y, la cuna del Caballero Gurméndez en las pajas que, pueda añadir la tesitura. Haré un camino de lujo, pero siempre de regreso.
La muerte es la pérdida total de la memoria.
Buen provecho Maestro.

Ernesto Parra es escritor; autor de Menos da una piedra, Orphenica lyra que se puede leer
en nuestra Biblioteca, Se llevan a mamá y Soy un extraño para ti

Luis Mateo Díez: LA BANDERA


La bandera

Por Luis Mateo Diez*

Misto era el primero en salir cuando don Brano, sin darse la vuelta sobre el encerado, donde ponía las cuentas que luego había que copiar en los cuadernos, alzaba la mano izquierda y mostraba el reloj en la muñeca dejando apreciar los puños raídos de la camisa, que había sido blanca en alguna antigüedad tan remota como la de los cartagineses.
Misto ocupaba habitualmente el primer pupitre, destacado entre las dos filas que lo continuaban, como si el pupitre fuese la punta de lanza de un ejército valeroso. Era el premio al mejor, no sólo al más aplicado sino al más sumiso y al que revelaba los mayores sentimientos patrióticos, algo que los alumnos que alcanzaban el tercer grado, y jamás olvidarían a don Servo y a don Arno, no lograban comprender con exactitud.
En el hueco del tintero del primer pupitre don Brano colocaba todas las mañanas, después de la oración y mientras los alumnos permanecían de pie, la enseña nacional prendida en una vara de fresno, un mástil nudoso y torcido y un trapo precario que mostraba en la franja gualda los agujeros de las balas del frente.
-- Las hordas marxistas fusilaron la bandera porque el odio es ciego y no repara siquiera en los símbolos ... - decía don Brano con frecuencia, cuando vigilaba los deberes dando vueltas por el aula, y los alumnos observaban con temor el brillo de su mirada, la temblorosa mano derecha que aliviaba en su cuello la grasienta corbata, como si aquel gesto anunciara la convulsión que en seguida le llevaría a proferir los primeros insultos y propinar las primeras bofetadas.
Misto regresaba a los veinte minutos exactos. Entraba en el aula sudoroso y sofocado y nada más sentarse se levantaba y salía el siguiente en el orden de los pupitres, de izquierda a derecha.
Hasta que finalizaba la jornada de la mañana, uno tras otro, con el ritmo marcado por Misto, iban y venían de la Escuela al pueblo, inventando el mejor atajo para llegar a la casa de don Brano, subir el tramo de las empinadas escaleras, entrar en el piso, siempre sumido en el abandono de su acérrima soltería, alcanzar la cocina, donde la suciedad goteaba el aroma rancio de los cocidos, y alzar la tapa del puchero para comprobar que hervía su insondable contenido y reponer el agua para que no dejase de hacerlo.
La franja de la bandera mostraba la huella de las balas de su fusilamiento y durante mucho tiempo fue para los alumnos una reliquia temerosa que traía al aula el fragor de la pólvora y el odio. La reliquia perdió buena parte de su aureola uno de aquellos días en que don Brano estallaba en improperios y repartía bofetadas a diestro y siniestro conteniendo a duras penas la alteración que le llevaba finalmente a golpear con el puño la mesa, cuyo tablero había roto en más de una ocasión.
Desde el ventanal del patio los hermanos y sus amigos espiaron asustados al maestro que en el recreo golpeaba con el gancho de la estufa los pupitres vacíos, le vieron luego introducir el gancho en las brasa y llevar la punta candente a la franja gualda de la bandera, donde tres nuevos disparos añadían mayor oprobio al fusilamiento.
Fue Perlo quien calculó mal el agua del puchero de don Brano, lo que motivó que se quemara su contenido y se hiciera acreedor del castigo que suscitaba el forzado ayuno. Al día siguiente don Brano abofeteó a Perlo y en los siguientes continuó golpeándole, buscando cualquier motivo para hacerlo. Uno de aquellos golpes reventó el oído derecho de Perlo y su padre denunció al maestro.
Fue el último que curso que estuvo en el Valle y no hubo especiales comentarios cuando marchó, apenas la discreta referencia a sus rarezas y extravíos, aquella extravagante soledad que le marginaba de todos, como si el gesto huraño y violento de don Brano fuera el gesto vengativo de un terco aborrecimiento del mundo y sus habitantes.
En los diez años que don Brano había ejercido de maestro, siempre desaparecía del Valle en Junio para volver a mediados de Septiembre, uno o dos días antes de que comenzara el curso. Nadie supo nunca de dónde era ni a donde iba. El don Brano que regresaba en Septiembre casi no resultaba reconocible: a su habitual delgadez había que añadir cuatro o cinco kilos de menos, la modesta indumentaria alcanzaba un límite andrajoso y su rostro se escondía en la desordenada barba que había crecido en aquel tiempo.
La gente lo olvidó en seguida y en el aula quedó la vilipendiada enseña sin la huella de más disparos, hasta que un día el nuevo maestro decidió retirarla.
Tuvieron que pasar dos años hasta que en el Valle se supera algo más de don Brano, de su pasado, de sus desapariciones veraniegas.
Una familia que buscaba trabajo en las minas preguntó por él y todos se extrañaron de la devoción con que mentaban su nombre.
-- Ese hombre - dijeron - venía todos los veranos a los pueblos de la Cabrera, a los más pobres y perdidos, y echaba los días en enseñar a leer a quien quisiera y gastaba los ahorros, que no debían ser muchos, en comida para los rapaces. No hay persona más querida y recordada en aquella comarca.

(Relato inédito perteneciente al libro "Días del desván")
Luis Mateo Diéz es novelista.
Su última novela La mirada del alma.

sumarios
"La franja de la bandera
mostraba la huella
de las balas de su fusilamiento
y durante mucho tiempo
fue para los alumnos
una reliquia temerosa"


APARECIDO EN 'CAMINAR CONOCIENDO', Nº 6, PAGINAS 16 y 17

José Esteban: EL HISPANISTA CHARLES DAVID LEY

El hispanista Charles David Ley

por José Esteban*

Conocí a Charles David Ley en el Congreso Galdosiano en Las Palmas de Gran Canaria. Creo que nos presentó Ricardo Gullón y pronto surgió una relación de amistad y mutuo afecto, que duró hasta su muerte el otoño pasado en su Londres natal.
Pertenecía David Ley a esa ya casi perdida clase de hispanistas ingleses para los que todo lo español les es cercano: el paisaje, la cocina, los cafés, las gentes.
Fui yo quien le animé a que escribiera sus recuerdos literarios españoles y fruto de esa colaboración, "La costanilla de los diablos", libro fundamental para conocer cuáles fueron los problemas y las inquietudes de los escritores españoles de posguerra.
Tan singular hispanista vino a Madrid para trabajar en el Instituto Británico, que dirigía otro singular inglés, Walter Starkie. Aquí vivió hasta 1953, en que pasó a ocupar un lectorado de inglés en la Universidad de Salamanca, reclamado por su Rector, Antonio Tovar.
"Fui yo quien le animé a que escribiera, "La costanilla de los diablos", libro fundamental para conocer cuáles fueron los problemas y las inquietudes de los escritores españoles de posguerra"
Partidario acérrimo de la vida social, tuvo trato con cuantos poetas pululaban por aquel Madrid, "aún sin rascacielos de los años cuarenta". Acudió a la tertulia de Baroja, al Fénix, donde iban tanto los poetas de "Garcilaso" como los de la revista "Corcel" y terminó en el Gijón, en las cuchipandas de la "Juventud Creadora", al lado de Cela y de Rafael Montesinos.
Otro fruto de nuestra colaboración fue "Historia de Cardenio", escrita al alimón entre Shakaspeare y John Fletcher, traducida y prologada por él.
Deja escritos, entre otras obras, "Poemas para España", "El gracioso en el teatro de la Península" y "Shakaspeare para españoles", así como numerosas traducciones de poetas españoles. Y, en mis manos, y aún inéditos, la segunda parte de sus recuerdos literarios, con el título de "La cueva de Salamanca", que reeditaré algún día, y que le convierte en uno de los memorialistas más apasionantes de estos años, entre los cuarenta y los sesenta, tan poco estudiados y conocidos aún.
José Esteban editor y escritor.
Autor de novelas y ensayos: El himno de Riego, Breviario del cocido, La novela social, Refranero anticlerical...


sumario:
Acudió a la tertulia de Baroja, al Fénix, donde iban tanto los poetas de "Garcilaso" como los de la revista "Corcel" y terminó en el Gijón, en las cuchipandas de la "Juventud Creadora", al lado de Cela y de Rafael Montesinos.

Charles David Ley: ESTANCIA EN LAS NAVAS (*)

En esto llegaron los calores de verano de 1944. Yo pensaba ir a Vera de Bidasoa, donde muy amablemente me habían invitado a pasar unos días Pío Baroja y Julio Caro. Sin embargo, la presencia del ejercito alemán al otro lado de la frontera francesa y a pocos kilómetros del pueblo de los Baroja me daba reparo. Mientras tanto seguía en Madrid aquel mes de agosto. Para entretenerme iba algunas veces a los toros, a ver a Manolete, con mis amigos José Luis Cano, Azcoaga, García Nieto y especialmente Rafael Romero Moliner que comentaba muy bien las corridas.

El exuberante Enrique Azcoaga, habitual constante del 'Gijón', me mostraba una especial consideración y me invitó a tomar café una tarde en su casa, donde me enseñó las pruebas de imprenta del libro poético de Miguel Hernández, escrito durante la Guerra Civil, "El hombre acecha", que no se había llegado a publicar entonces por la victoria en 1939 de los nacionales. También, Azcoaga propuso hacerme una entrevista en Radio Madrid. Le dije que no sabía si yo no diría algún inconveniente al verme frente a frente con micrófono en el estudio. Se rió Azcoaga: 'Aver si va a dar usted un grito subversivo en la emisora', pero me explicó que había que tener escritas las preguntas y respuestas de antemano. Preparamos en un rincón del 'Gijón' la entrevista, tomando Azcoaga al dictado mis contestaciones. Indagó cuidadosamente mi opinión sobre la moderna poesía portuguesa y española, los novelistas ingleses, especialmente Hugt Walpole, entonces muy traducido al español, Katherine Mansfield, Virginia Woolf y Victoria Sackville-West y las obras literarias de Walter Starkie, que tenía entonces en las librerías de Madrid dos de sus libros. Aunque me resultaba esta pregunta un poco embarazosa, pude afirmar mi verdadero aprecio por el humor y simpatía de mi director, así como su hondo conocimiento de la música y costumbres de España. Azcoaga me pidió también que opinara sobre Manolete. 'Me parece increible que una persona haga con tanta maestría y garbo'. Al oír esto, Azcoaga me dio un espaldarazo diciendo: 'Se está usted españolizando demasiado'.

Starkie organizó en el Instituto un cursillo de inglés para los primeros días de agosto, pero sin gran éxito, porque pocos estudiantes acudieron con aquel calor. El sábado, día 10 de agosto, cuando llegué al café a primera hora de la tarde después de comer, recibí recado que Azcoaga había tenido que ir fuera de Madrid unos días, dejando la entrevista en manos de un colega suyo de la radio que leería las preguntas tal como Azcoaga las había preparado. En esto, entra en el café Camilo José Cela que acababa de venir de Las Navas del Marqués donde estaba veraneando, con intención de volver aquella misma tarde. Con su voz autoritaria y cavernosa se ofreció a llevarnos a García Nieto y a mi a pasar el fin de semana. Había que coger el tren en la Estación del Norte en hora y media.

-- Pero, dije, ¿cómo puedo leer mañana en Radio Madrid mis contestaciones a Azcoaga?

-- No hay ninguna dificultad en eso, afirmó Cela. Alguno de los amigos aquí presentes se encargará de leerlas en su ausencia.

Se ofreció a ello Manolo Segalá. Luego reparé también en que quizá habría algún estudiante del cursillo que acudiese esa tarde.

-- No sea usted tan cumplidor. ¿Quién va a ir un cursillo un sábado de verano por la tarde? Nada, que esté usted en la Estación del Norte a las seis y media, para encontrarnos a mi y a García Nieto.

Cogimos el tren por los pelos, saltando al último carruaje. Mirando por la ventanilla de atrás vi desaparecer las últimas casas; algunos árboles escasos crecían en los yermos campos. Las dos horas de viaje pasaron rápidas. Como es corriente en los pueblos peninsulares la estación de ferrocarril de Las Navas del Marqués está lejos del lugar. Alquilamos un tílburi destartalado que esperaba pasajeros. En aquel trayecto relativamente corto se hizo noche cerrada.

Entramos en la casa donde estaba alojado Cela para saludar a su mujer. Luego él nos llevó por las calles del pueblo a pasear. Había mucha gente de letras en Las Navas entonces, como por ejemplo, Víctor Ruiz Iriarte, Eugenio Mediano Flores y Martín Abizanda, que es quien estuvo más con nosotros. Entre otras cosas era necesario encontrar un alojamiento, que no era fácil en pleno verano, pero arribamos a la casa de una viuda que se llamaba Luisa Esteban. Había una sala grande que podía haber servido para almacenar grano y que tenía un par de camas en un rincón. Al otro extremo de la sala había una lucecita delante de un cuadro de San José.

-- Aquí tengo a San José, explicó Luisa Esteban.

Como era dura de oído, Cela le gritó con voz de trueno.

-- Es un buen parecido.

Pero ella no le entendió bien.

Volvimos a la casa de Cela donde le habían preparado unos filetes descomunales sin guarnición porque por su reciente enfermedad necesitaba ese alimento. De noche volvimos muy tarde a la casa de Luisa Esteban y había una vaca en al puerta, que en la oscuridad dudamos si fuese un toro, como ha quedado en los "Versos de un huésped de Luisa Esteban" de García Nieto. Yo había llevado conmigo las poesías líricas de Góngora y rogué a Nieto que leyese en voz alta las mejores, porque una buena lectura de poemas dispersa las preocupaciones e inspira la imaginación. Me leyó tres que incluían los versos con estribillo de : "Dejadme llorar / orillas del mar", y el romance que acaba: "El cielo os guarde si puede / de las locuras del Conde".

A la mañana siguiente fuimos a misa cantada en la iglesia del pueblo, donde los enterradores del Ayuntamiento se sentaban en banco aparte, cerca del altar, cosa que impresionó tanto a Nieto que lo comentó en un poema de sus "Versos". Después fuimos a sentarnos a una roca con los veraneantes que se habían tumbado a tomar baños de sol vestidos. Daba una extraña impresión estar así como en una playa con las estribaciones de la Sierra de Guadarrama, de tonos grises y apagados, y un valle entre montañas extendido abajo en vez del mar.

Por la tarde vimos con Abizanda las ruinas del castillo y un pinar grande donde conversamos largamente. Cerca del atardecer apareció Cela paseando por el pueblo y nos llevó por la cuesta que bajaba desde la rocas de los veraneantes. Nos hizo notar el impresionante silencio de la sierra y cómo la sombra del castillo se alargaba por el valle. Me retó a que bajase la cuesta corriendo para ahuyentar una res que estaba en la ladera. En un poema corto publicado algún tiempo después, expresé mis impresiones de aquel campo al crepúsculo:

"¡Aquel silencio de la tarde entonces,
silencio donde todo se escuchaba!
Las voces de los grillos ocultaban
las mil esquilas por el monte oscuro.
¡Los grandes horizontes de la tarde!
¡La sombra del castillo por el valle!"
.........................................................
"Mira, los montes ya son incoloros,
mira, que cortan ya los baluartes
el claro cielo de un fingido día".

Nos invitó Cela a cenar en su casa. Mientras los demás estaban en la mesa, me fui a otra habitación para escuchar la entrevista de Radio Madrid del falso Azcoaga con Manolo Segalá bajo mi nombre. Creo que la sustitución no quedó mal porque Segalá tenía un acento catalán muy fuerte, a pesar de ser poeta en español y de no saber -según me declaró en conversación una vez- una palabra de la lengua catalana. Noté que donde yo había citado los nombres de Antonio Machado y Federico García Lorca como precursores de la nueva poesía española, Radio Madrid había quitado el nombre de Lorca, de quien en aquellos tiempos no se permitía hablar públicamente.

Después de cenar fuimos al baile de los veraneantes. Me marché por la mañana temprano para reincorporarme al cursillo de inglés, que ya estaba casi vacío. Nieto se pudo quedar hasta el día siguiente.

Los del "Fénix" iban algunos domingos a Cercedilla, donde Julio Gómez de la Serna había alquilado una casa para el verano. En aquellos valles tan deliciosamente frescos en el calor del verano, entre altas montañas, me paseé con María Alfaro y Eusebio García Luengo viendo a lo lejos el sanatorio donde había estado Cela, tan bien descrito en "Pabellón de reposo". Yo tenía puesta una chaqueta nueva con las hombreras demasiado evidentes. Eusebio nos explicó las razones por las que siempre les quitaba él las hombreras a las chaquetas. Mi di cuenta que mi visita a Las Navas había molestado a algunos de los presentes, lo cual me causó cierta tristeza, porque no tenía ganas de reñir con nadie.

La peña del "Gijón" se reunía todas las tardes en la terraza para tomar el café al aire libre. Como yo había visto carteles anunciando la ciudad de Gijón como una playa buena para pasar el verano, tenía la sensación de estar sentado bajo los árboles en una sombra moteada de sol y que ésa era mi playa. Todos los poetas de esa época tan cultivadora de la poesía pasaban por allí. José María Valverde, de dieciocho años escasos, pero ya muy conocido entre los que leían poesía, sufría de una enfermedad del corazón que le llevaría a la tumba -decían todos- en dos o tres años, igual que los poetas de la época romántica. Posiblemente la razón de tantos lamentos anticipados fuese que Valverde ya había publicado en las páginas centrales del "Garcilaso" de abril de 1944 una "Elegía para mi muerte", que empezaba:

"Ya, Muerte, estás en mi.
Ya tu hielo me ha entrado al corazón
y tu plomo a mis pulsos.
¿A dónde iré, si todos los caminos
llevan a tu horizonte?"

Casi todas las tardes entraba en el café a grandes zancadas el joven poeta con su aire de ansiedad de poesía y de sabiduría.

De los que venían a la terraza el que daba la sensación de pertenecer a un mundo más bohemio, a otra época más extravagante, era el pequeño poeta -de estatura, quiero decir- Carlos Edmundo de Ory. Su voz en aquellos tiempos era demasiado alta y chillona, llamaba la atención. De repente apareció contándonos que venía de un periodo de reposo en el manicomio. (En un diario que publicó años después aclara que estuvo en un "conventillo" de Ávila). De repente recitaba versos sueltos sacados de su propia obra poética, como:

"cuando haya muerto todo, cuando haya
muerto todo, cuando haya muerto todo,"

o bien:

"Ponte las zapatillas, loca Ana".
+
(*) El título es de la revista

La Costanilla de los diablos: capítulo VI "Veranos con salidas a la sierra",
páginas 45, 46, 47 y 48
(Memorias literarias 1943 - 1952)
Madrid [1981]: José Esteban, Editor
sumarios:

"En esto, entra en el café Camilo José Cela que acababa de venir de Las Navas del Marqués donde estaba veraneando, con intención de volver aquella misma tarde. Con su voz autoritaria y cavernosa se ofreció a llevarnos a García Nieto y a mi a pasar el fin de semana"

"Había mucha gente de letras en Las Navas entonces, como por ejemplo, Víctor Ruiz Iriarte, Eugenio Mediano Flores y Martín Abizanda, que es quien estuvo más con nosotros"



APARECIDO EN EL Nº 6 DE LA REVISTA 'CAMINAR CONOCIENDO' PÁGINAS 18, 19, 20 y 21

Medardo Fraile: UN INGLÉS EN LA CORTE DE LOS DIABLOS


Por Medardo Fraile. Diario Ya, 21 de Diciembre de 1996.

Con el año que acaba se nos ha ido Charles David Ley, hispanista católico nacido en Londres que llegó a España en 1943, después de enseñar inglés en Lisboa durante cuatro años, y lo primero que hizo en la frontera fue preguntar por don Pío Baroja, del que lleva un montón de libros en el coche que le traía de Portugal y al que había visitado dos veces en París, cuando don Pío estaba en el Colegio de España, a principios del año 37.
Carlos - así le llamábamos todos los amigos -, tenía la virtud, poco inglesa, de escuchar, adaptarse y participar con alma y vida en lo que para él era nuevo. distinto y apasionante, con lo que expresaba, además, amor y respeto. Sus grandes querencias fueron la literatura y la vida y, dentro de la literatura, la poesía y el teatro, aunque de Lisboa se trajo publicada una novela corta, escrita en portugués, Encontró Final.
En el pías vecino trató a buen número de escritores y Portugal fue, para él, una antesala grata del gran jolgorio español en el que siempre durmió menos de lo que quiso y trasegó cantidades ingentes de manzanilla sin faltar a nadie todo lo cual compaginaba responsablemente con su trabajo de escritor, traductor y profesor de inglés en el Instituto Británico, y de lector incansable. Prueba de lo bien que se encontraba en nuestro país, es que, en un poema que escribió en español, decía que quería vivir doscientos años - lo cuál es comprensible -, y en otro manifestaba su deseo entusiasta y nada recomendable de ser "el perro de Despeñaperros". Seguramente, como el gran poeta sudafricano Roy Campbell, hubiera preferido morir en una plaza de toros española a vivir en Inglaterra. Jesús Pardo, en sus sinceras y trágicas memorias, asegura que Charles David Ley se aburría en Londres y echaba de menos su ajetreada vida hispánica, pero es cuestionable, porque, en Inglaterra, volvía a ser muy inglés y yo le encontré siempre a gusto en su casa del viejo y distinguido barrio de Chiswick, donde, en otras épocas, habían vivido escritores famosos, como Juan Jacobo Rousseau, William Yeats y los ingleses Alexander Poppe y Thackeray, entre otros. En cualquier caso, la huella que le dejó nuestro país quedó personificada en su vida por la mujer española con la que se casó, Paz, de la que fue pareja inseparable, más de cuarenta años. Yo le dije un día, en broma, que él también, como el resto de los españoles, había gozado de cuarenta años de Paz.
La vida literaria madrileña de la Posguerra está impecablemente reflejada en sus memorias que publicó en 1981 con el donoso título de La Costanilla de los Diablos. Él vivió esa vida y se la hizo vivir también a otros, porque en las tres o cuatro casas que habitó en Madrid y en el Instituto Británico, vitalizado por él y por su director, el gran "gitano" irlandés Walter Starkie, entraban y salían los ángeles y los diablos que animaban las tertulias del Café de Fénix, primero, y luego del Café Gijón, durante muchos años. Y no solo ángeles o diablos, sino dioses o semidioses, como Pío Baroja, que tenía fama de no ir a ninguna parte, Julio Caro Baroja, Dámaso Alonso, Julio Gómez de la Serna, Germán Bleiberg, Leopoldo Panero, Luis Rosales, Camilo José Cela, José Hierro, Roy Campbell y un largo etcétera. Carlos formó parte de la "Juventud Creadora", que capitaneaba José García Nieto; publicó poemas en la revista del grupo, "Garcilaso", y , en aquellos años, admiró sobre todo, el gran ingenio de Julián Ayesta, los versos diferentes de Rafael Montesinos y Leopoldo Panero y los delirios hamletianos de un poeta singular: Carlos Edmundo de Ory. Las páginas que dedica en sus brevas memorias - 140 páginas a la "Juventud Creadora", a Cernuda en Londres, a Roy Campbell - al que yo conocí en la pensión dónde vivía Carlos, en Tres Cruces 7 -, y al Primer Congreso de Poesía celebrado en Segovia, no tienen desperdicio y mantienen hoy el más vivo interés. La continuación de esas memorias, con el título de La Cueva de Salamanca, se ha quedado inédita y merece que un buen editor se tome interés por ella.
Carlos optaba, preferían los de la cizaña. Pero su actitud fue siempre inteligente, generosa y de gran modestia. Recuerdo una vez en que los dos estábamos charlando en el "Gijón" y se acercó un mequetrefe que iba para poeta diciéndole con ironía:
"Carlos, se te está poniendo aire de genio". Su contestación fue mínima y ejemplar: "Ojalá", dijo.
Le conocí en 1948, poco después de estrenarse un drama mío en un acto, El hermano, que él elogió. Luego emprendimos juntos, la traducción de una obra del angloamericano Auden, de la que se hizo una lectura dramatizada en el Instituto Británico. Cuando llegué a Inglaterra por primera vez, me encontré una tarjeta suya en la residencia urgiéndome a ver las ruinas de la abadía de Shaftesbury, que había levantado en el siglo IX Alfredo El Grande. Mis primeras navidades inglesas las celebré con Carlos y estuve con él en el VIII Congreso de Hispanistas que se celebró en América, donde él habló muy bien de la poesía española... Fue un hombre recordable y un buen amigo nuestro.


APARECIDO EN 'CAMINAR CONOCIENDO, PÁGINA 22

José Mª Amigo Zamorano: UN CABEZAZO EN EL CRISTAL

Un cabezazo en el cristal

Corbata

... y ella le recordó el incidente, del que se había olvidado por completo, lo que le hizo recapitular:

Efectivamente, las dos primeras veces que fue a aquel banco, las dos, se dio tal golpe en la cabeza con las puertas automáticas que vio las estrellas. De manera que, instintivamente, cuando tenía que hacer algo en aquella institución bancaria, antes de volver a estrellarse como un cornúpeta en el duro cristal, extendía los brazos poniendo las manos a modo de escudo protector.

Una de las veces el automatismo funcionó, con tan mala suerte que las puertas, sin tener que empujarlas, se abrieron en el momento en que salía una señora; y, sin querer, claro está, le tocó los pechos.
Nudo




Azorado, rojo como un tomate, se disculpó y la dama le sonrió, mostrándole de esa guisa que el hecho no tenía la menor importancia. Lo que le tranquilizó. Tranquilidad que le duró unos segundos tan solo, pues su acompañante se puso como un energúmeno: le agarró por la camisa, le zarandeó rompiéndole algunos botones y, finalmente, enarbolando el puño, lo descargó en su nariz.

Recuerda, como si no hubiese pasado el tiempo, que terminó el suceso yéndose la señora -que no le había parecido ni medio bien la acción de su pareja- y su acompañante discutiendo violentamente. Y él se quedó allí, como un pasmado, tocándose la cara dolorida por el golpe del macho, con sus manos perfumadas de hembra.

Luego, días más tarde, por casualidad, volvió a verla esta vez en la calle y le habló. Hay que decir que le cayó muy bien, congeniaron y actualmente es su esposa.

Y asfixia


La misma esposa que le recordaba su comportamiento bestial con un joven que, sin ninguna intención, había tocado su pechera al salir del banco; reconoce, eso es cierto, el mismo proceder -lo reconoce pero no pudo evitarlo- que el que tuviera con él, antaño, una bestia irracional, un macho celtíbero herido en su orgullo.

Pero, ¿qué otra cosa podía haber hecho sin riesgo de que lo tildaran de "calzonazos"?:

-- ¿Eres mi esposa, o no? y ... ¡punto! ¡no hay más que hablar! ...

Epílogo

La matrona y su consorte, tras doblar una esquina de la calle, se pierden de vista discutiendo apasionadamente.

El joven, confundido y golpeado, los ve alejarse.

Sus manos tienen la fragancia de la señora y su rostro el puñetazo del caballero.

Días después la vio sola en un parque y se aproximó a ella, le habló ...

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Tomado de la revista 'CAMINAR CONOCIENDO' número 6 PÁGINA 23


MI MALDITO HEMISFERIO SUR

por Juan Mayo Garcinuño

Hay un pensamiento muscular, atento, disciplinado, obediente, firme, capaz, que malvive en la derecha de mi cerebro. Está escuálido y subdesarrollado, mi voluntad no ha hecho lo necesario para fortalecerlo. No tengo la misma musculatura mental que mis adversarios. Por eso no consigo las oposiciones. No soy capaz de tragarme las fechas, las competencias, los artículos ... Si alguna mañana comienzo a hacerlo, mi niño mimado, mi pensamiento gaseoso, se me pone impertinente: a preguntar, a lucubrar; que todo eso es su forma de pataleo.

Así se enseñorea de mi voluntad y de conveniencia, y me aplaza la entrada en la vida económica.
Yo le amo. Por supuesto es un amor irracional, un amor loco. Me asusta la vida sin él y no puedo querer contrariarle. Todo lo mejor que tengo vino de sus ilusiones, de sus empeños quijotescos, y del amor.

Soy un minusválido psíquico. ¿Qué puedo hacer para mandar en mí mismo y, con esa fuerza derecha, vencer mi problema?

Sólo unos meses de privación, solo unos meses de sometimiento disciplinado, de dictadura transitoria sobre el niño fantástico que me da todos los gustos que tengo; y lo conseguiría. Pero mi rey no puede estarse callado. Me amenaza con irse si le acallo. Mis razones no pueden con él. Es el más fuerte. Tampoco puedo engañarle.

Yo sé que no es tonto y que podría estarse quietecito unos meses. Sólo mientras trabaja su hermano mayor, el bueno; el mejor hijo de la madre Susanita que soy yo. Sé que podría dejarnos trabajar. Unos meses. No pasaría nada. Sobreviviría. Sin taras. Quizá incluso fortalecido por las privaciones. Pero se me emberrincha. Y me hace pensar que no puedo. Y me hace decir que no puedo. No puedo. Verdaderamente, no puedo.

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Recogido de la revista 'Caminar Conociendo', número 6, PÁGINA 23

Hipólito Escolar Sobrino: LA LUNA DE HERVÁS

(tomado de las págs. 24 y 25 de CAMINAR CONOCIENDO, número 6)

por Hipólito Escolar Sobrino *
Madrid, enero de 1997

Noemí debía permanecer en casa, al lado de su madre, todas las horas del día ayudándole en las tareas hogareñas y guardando su recato. Le atraía el mundo exterior, caminar por las estrechas calles de Hervás y conversar con las vecinas o las muchachas de su edad, a las que veía, principalmente, cuando iban a cocer el pan al horno. Era una liberación salir al campo acompañando a su padre para ayudarle en las tareas agrícolas mientras el aire le azotaba el rostro y la lluvia le empapaba el pelo. Le encantaba el olor de la hierba mojada, el de la hierbabuena cuando tropezaba con una mata y el tomillo mientras lo estrujaba en la mano.

Aguantaba bien el sol de la canícula cubierta con un amplio sombrero y resguardaba la cara con un pañuelo. No le importaba sudar porque al regresar a casa sacaba agua del pozo y, subida en un lebrillo de barro, se refrescaba con cubos de agua que se echaba sobre la cabeza. No se atrevía a bañarse desnuda en la soledad de la casa, pero disfrutaba contemplando la fina y transparente camisa empapada que la cubría, mientras que soñaba con la aparición de un príncipe que pretendía abrazarla y robarla.

Por las noches, se dormía mirando la luna, a través del ventanuco casi pegado al techo de su habitación, y suspiraba por pasar una noche en el campo, contemplando su cara redonda, que le parecía un mundo habitado, donde creía ver seres superiores moviéndose. ¿Cómo serían? Seguro que muy poderosos y arrebatarían a las doncellas para llevarlas a valles floridos y hacerles el amor.

Temblaba pensando que cualquier día visitara a sus padres la casamentera para proponerles que se casara con un muchacho o un viudo del pueblo. No quería un fin tan prosaico y triste. Los conocía a todos y a ninguno lo consideraba capaz de satisfacer sus ganas de amar, de convertir en realidad sus ensueños que le asaltaban por la noche en su lecho.

Había oído a su madre exclamar al verla cubierta por la fina camisa sobre el lebrillo: <<¡qué hermosa eres Noemí! ¡qué cuerpo más perfecto! ¡qué redondos y apretados se muestran tus senos! ¡qué piel tierna como la de un bebé!; un cuerpo así - seguía su madre - no puede ser para cualquier patán del pueblo; ni para Absalón el sastre, ni para Saul el carnicero y menos aun para el viejo Benjamín por muy cubierto de monedas que esté>>.

Un día, Noemí salió con su madre, Raquel, a espigar en los campos que su padre Aarón había segado. La familia no era rica como para dejar espigas sueltas y caídas para la comida de los pájaros o engorde de la despensa de otros vecinos. El espigueo era una actividad noble de acuerdo con la tradición bíblica. Pero los riñones sufrían por la inclinación del cuerpo, aunque el alivio al enderezarse para respirar, era inmediato.

Al levantar la vista con los ojos entornados por la luminosidad del mediodía, vio a lo lejos un hato de cabras arreado por un joven cabrero, que, cuando estuvo delante de ellas, les ofreció un trago de leche para que se refrescaran, que les quitó la sed y le agradecieron.

-- Es de mis cabras. Las acabo de ordeñar. Puedo ofreceros también unos trozos de queso, que he hecho con mis propias manos.

Noemí miraba el rostro sonriente del muchacho, que no recordaba haber visto antes. Era hermoso y descubría un hombre enérgico y decidido.

Raquel le preguntó:

-- ¿Cómo te llamas, muchacho? No te había visto antes.

-- Me llamo David.

-- ¿De dónde eres? No pareces de estas tierras.

-- No lo soy. La mía es una historia larga. Vengo de tierras lejanas, a muchas semanas de viaje, que se llama Jazaria, porque nuestro pueblo desciende de Jazar de la tribu de Jafet. He venido enviado por nuestro rey, mi padre, a Córdoba, para saludar al más sabio de los judíos, Hasday ibn Saprut, ministro del califa Abderramán. Hasday conoce el destino de las personas y me ha dicho que no debo volver a Jazaria directamente, que antes he de caminar por estas tierras que se llaman Sefarad en dirección a Mérida, cruzar un caudaloso río, el Guadiana, luego otro, también caudaloso, el Tajo, y seguir hacia el norte hasta la altura de Toledo, que fue capital de un reino poderoso y está bien defendida por el río Tajo, que la abraza. Allí encontraría un pueblo llamado Hervás, donde ha de cumplirse mi destino. Creo que ya estoy en él.

-- En efecto, en él estás.

A la caída de la tarde las mujeres se despidieron porque se había hecho la hora de volver a casa.

-- Yo me quedaré esta noche en el campo junto a mis cabras, esperando.

Noemí y Raquel regresaron a casa con los envoltorios en los que llevaban las espigas recogidas y la primera cenó rápidamente porque, presa de gran inquietud, le apetecía retirarse a su cuarto. Abrió la ventana y se echó en el lecho sin encender la luz de la palmatoria, que no hacía falta porque la luna iluminaba la habitación. Se sentía atraída por la luna con más fuerza que otras noches y le pareció que se aproximaba o que cada vez más nítidamente podía distinguir lo que en su superficie plateada acontecía.

Creyó distinguir un caballero cabalgando, que en loca carrera se salió de la luna y se dirigió a ella. Cuando se acercó, pudo advertir que no montaba en un corcel sino en un fiero toro que lo llevaba embridado por una larga serpiente, no por correas.

Cuando se acercó a la ventana, Noemí pudo ver con claridad la cara del caballero, que identificó sin dudarlo con la del cabrero de la mañana.

Este alargó la mano y dijo:

-- Noemí debes venir conmigo para cumplir lo que está registrado en los astros, lo que me reveló Hasday. He de fecundarte para que la sangre de Jafet enriquezca la pobreza vital que os traído la endogamia en estas hermosas tierras con un clima paradisiaco y en las que brotan, junto a los cereales, olivos, higueras, castaños y viñas, pero aisladas. Vengo de esta guisa, cabalgando un toro para mostrarte que el hombre es capaz de llevar a cabo las más notables proezas, como domeñar en su provecho las pasiones impetuosas, como este toro, y orientar los instintos perniciosos, representados por la serpiente.

La muchacha se levantó como sonámbula, le siguió a una ladera de la colina, se reclinó sobre la crecida hierba y, mirándole con humildad a los ojos, le ofreció su cuerpo virginal.

-- Señor, soy tu esclava. Haz conmigo tu voluntad y apaga mi ardiente pasión.

Él la abrazó con una mirada y le dijo:

-- Eres hermosa como un campo florido, tus manos fueron creadas para acariciar y tus pechos y tus muslos para ser acariciados. Nunca un amante ha podido descansar en un cuerpo semejante al que me ofreces lleno de voluptuosidad. Estos campos, testigos de nuestros amores, conocerán un gran olivar, que dentro de mil años plantarán en honor de un gran poeta, Yehuda Haleví, hombres y mujeres religiosos, como el historiador Haim Beinart y los hermanos Isabel y Antonio José Escudero. Nuestros descendientes, que serán legión, sufrirán persecuciones, muchos tendrán que emigrar buscando la paz, otros se infiltrarán en la sociedad cristiana, se casarán con las familias más nobles, serán duques, condes, marqueses, y tendrán grandes riquezas y poder político, finalmente otros no alcanzarán tanta fortuna y seguirán labrando estos campos y los vecinos. Pero un día los hijos de unos y otros vendrán al bosque buscando el espíritu de sus abuelos y sabrán que deben dominar sus pasiones, orientar positivamente sus instintos y estar fundamentalmente al servicio de los otros seres humanos.

Hipólito Escolar, ex Director de la Biblioteca Nacional,
es biblioteconomista; autor de numerosos
cuentos y novelas, la última, No pudimos escapar .

Mª Paz Díez Taboada: CANCION DEL TORO EMBRIDADO


Mª Paz Díez taboada

para Antonio J. Escudero Ríos,
amigo de canciones y árboles


Junto a la fuente, madre,
el toro rompe el hilo
que entre las piedras mana.
El toro, madre,
corona su testuz
con flores de la jara.
En la dehesa, madre,
que el furor de sus pasos
tozudo castigaba.
El toro, madre,
embridado su ímpetu
por la sierpe de plata.
Era en la sombra, madre,
un monte sin perfiles
el toro y su destino.
El toro, madre,
junto al recuerdo oculto
de aquel viejo rabino.

(Traducción al inglés:
<>)

CAMINAR CONOCIENDO, PÁGINA 26

LA FONTANA SONORA (SPLEMENTO DE 'CAMINAR CONOCIENDO')

SUMARIO:
ARQUEOLOGÍA
Págs. I, II, III. IV - Sepulturas medievales en Las Navas del Marqués, Jesús Benito Herranz Gago

POESÍA
Pág. V - Concurso de Poesía "Caminar conociendo"

RELATO
Págs. VI y VII - Pequeño cuento con sombreros y árboles de colores, Carlos Segovia

LITERATURA
Págs. VIII y IX - La Eneida y Nerón en Las Navas del Marqués, Francisco Ruiz de Pablo

ARQUITECTURA
Págs. X y XI - ¿Emblemas masónicos en el Castillo de Magalia?, Pablo Erce

NARRATIVA
Págs. XII y XIII. - Dualidad a través de los charcos, Manuel Segovia

LOS CIEGOS
IX y X. - Dicen que los ciegos tenemos un tacto excepcional, Ernesto de Gregorio.

ACERCA DE LA POESÍA
XVI - Poesía de los noventa: Luis Felipe Comendador, un poeta del desencanto, José Luis Morante

SEPULTURAS MEDIEVALES EN LAS NAVAS DEL MARQUES

SEPULTURAS MEDIEVALES EN LAS NAVAS DEL MARQUÉS

por Jesús Benito Herranz Gago "Catalajo"

Referirnos al mundo medieval puede llevarnos a pensar en algo lejano, tanto en el tiempo, como en el espacio. En el caso que vamos a tratar el tiempo cumple esa impresión, no el espacio, ya que, a tan solo dos kilómetros de la parroquia San Juan Bautista, por la carretera de Peguerinos, encontramos uno de los conjuntos de tumbas medievales a los que haremos referencia. A un kilometro mas o menos de este conjunto, hay otras sepulturas excavadas en roca. La tercera de las necrópolis medievales, se encuentra a cuatro kilómetros de Navalperal de Pinares.
Estas tumbas antropomorfas, excavadas en suelo rocoso, son también llamadas Olerdolanas, por haberse encontrado las primeras en una peña de Olérdola, provincia de Tarragona. Sin embargo estas necrópolis, se conocen popularmente como pertenecientes a los moros.
La tipología de las sepulturas es variada; y en la mayor parte de las necrópolis heterogénea; en algunos casos existe una tendencia a formas concretas; y ausencia en otras. Explicar su motivación es difícil, por no decir imposible; para algunos investigadores la razón principal de las sepulturas es la dureza del terreno en el que se ubican, dependiendo pues, de la facilidad o dificultad de trabajar la roca.
Se hallan con frecuencia, en el siglo X, enterramientos hechos por grupos familiares. Es posible que la tumba del varón sea antropomorfa, la de la mujer ovoide y la de los niños, situada entre ambos o a su alrededor, por lo común también ovoide, aunque bastante alargada, o antropomorfa indistintamente. El profesor Castillo, que en varios conjuntos le aparecieron estos agrupamientos, llega a pensar que se tratan de panteones familiares.
Don Manuel Milá y Fontanal escribe unos "Apuntes históricos sobre Olérdola" y a partir de entonces se aplica el calificativo de Olerdolanas a tumbas excavadas en la roca con perfil más o menos antropomorfo, siguiendo la costumbre arqueológica y prehistórica de designar los yacimientos análogos con el nombre del primer lugar donde se descubrieron. En un principio se supuso que eran de origen ibero o neolítico, pero al estudiar históricamente el poblado de San Miguel de Olérdola, se conoció que dicho lugar se repobló en el siglo X y fue abandonado a mediados del siglo XI.
El conocimiento del origen altomedieval de las sepulturas se tiene hacia 1889, sin adquirir importancia ni valor arqueológico, aun cuando fuesen conocidas en Francia y en España por estudiosos, ya que no encontraron otra utilidad que la comparación con otras análogas y una posible cronología. Su valor e importancia arqueológica e histórica comienza cuando el doctor Alberto Castillo inicia las excavaciones de las mismas, en la zona catalana primero y más tarde en las provincias de Soria, Burgos y Logroño, propagando el nombre de las tumbas olerdolanas en su libro "Cronología de las tumbas llamadas olerdolanas" del año 1968.
La datación de esta clase de sepulturas se hace difícil, por cuanto o están vacías o sólo se encuentran en ellas restos humanos. Resulta complicado establecer el número de tumbas que componen cada conjunto funerario, ya que, los destrozos realizados por el hombre o la erosión eólica, dificultan el conocimiento de la cantidad exacta de tumbas.
De la secuencia que nos dan las necrópolis, respecto a las formas de las sepulturas, podemos deducir una cronología. Esta puede variar algo según el lugar geográfico en que se encuentran, pero que, en general, siguen esta evolución: en los siglos VIII - IX las sepulturas tienen forma de bañera, con oquedad occipital y un inicio de la forma antropomorfa; en los siglos IX - X tenemos tumbas biformes en donde la cabeza se encaja al realizar un redondeado en la piedra; en los siglos X - XI encontramos nichos, el encaje de la cabeza se realiza labrando un arco de herradura, la forma de la sepultura puede ser trapezoidal o cuadrangular; por último en los siglos XI - XII se realizan lajas, con o sin orejas, rectangulares o trapezoidales y aparecen sarcófagos exentos. Así pues, todas las sepulturas solo tienen en común esta evolución en el tiempo, la ausencia de ajuar funerario y objetos.
Están orientadas, en su gran mayoría, de Oeste a Este, es decir, con la cabeza situada al Oeste y los pies al Este. Dirigir la cabeza mirando hacia Levante plantea el problema de saber en base a qué criterios se elige. Explicándose en función de consideraciones religiosas, en especial las que conceptúan la ciudad de Jerusalén (situada al Oriente) como factor determinante en la práctica de dicha costumbre; o de carácter teológico, proporcionados por los textos medievales: el Paraíso de donde fue expulsado Adán, estaba situado al Oriente; los hombres sabios vinieron del Este; la cruz del Calvario miraba hacia el Oeste, por tanto, para aquellos que tenían enfrente estaba situada al Este; el Oeste es la región de las sombras y del demonio; el Este es la de la luz; en las ceremonias bautismales primitivas el sacerdote miraba hacia el Oeste para adjurar al diablo, y hacia el Este cuando practicaba la inmersión; Cristo ascendió al cielo por el Este; y aparecerá en el Este el día del Juicio Final.
Ninguna de estas razones es anterior al periodo carolingio y no explican la abundancia de necrópolis orientadas hacia Oriente, anteriores a este momento. No se conocen directrices concretas por parte de la Iglesia anteriores al siglo X. Se han esgrimido otras razones como, el deseo de aprovechar ciertas características geológicas del terreno. Algunas sepulturas se colocan o vacían allí donde, entre otras tumbas, existe un espacio libre, aunque para ello la orientación no se adapte a la norma. Otra explicación alude a la posición del sol en el momento de su salida.
Las necrópolis se asentaban fuera de las urbes, por lo que pueden ser considerados yacimientos rurales y no es arriesgado pensar que pertenecieron a grupos itinerantes, dedicados primordialmente a la caza y a la ganadería. Ocupaciones desarrolladas por cualquier pueblo en época de beligerancias, como es la que nos ocupa. En las necrópolis en las que se han detectado restos óseos, la reutilización de enterramientos es constante.
Las tumbas se harían "ex profeso" para cada individuo, como hemos comprobado en el caso abulense de Martiherrero. La sepultura sería obra de familiares del difunto, aunque es posible que en los casos en que únicamente aparecen una, dos, o tres, puede que fuesen excavadas por los propios individuos que fueran a utilizarlas posteriormente. Bòlos y Pàges plantean la hipótesis de talleres itinerantes de operarios, quizás canteros, que realizasen estas sepulturas y con el tiempo se dedicasen a construir templos.
En general se pueden considerar como enterramientos de adultos los de longitud superior a 170 cms., de adolescentes los que superan los 140 cms., y de infantes los inferiores a 140 cms. Como estatura media se puede deducir, pues, 160 cms. en los varones y algo menor en las mujeres.
Eran personas con una clara deficiencia dentaria, producida por alimentos mal cocinados, como denuncia la sepsis oral, la abrasión dental y las caries. Otra patología digna de mención es la platicnemia tibial, muy marcada en una gran parte de los varones; muestra evidente del continuo ejercicio físico, de los accidentes geográficos, y de relieves abruptos y pronunciados. En este tipo de necrópolis se ha detectado un cráneo trepanado cuyo propietario no logró sobrevivir a la intervención quirúrgica.
El difunto sería enterrado con un sudario, de ahí que los ajuares no existan en los primeros momentos; con el tiempo se comenzaría a dejar, en el cuerpo del difunto, algunos aderezos ornamentales que utilizó en vida, anillos, pendientes, colgantes, pero lo habitual era que fuese depositado sin estos elementos decorativos.

EN LAS NAVAS DEL MARQUÉS

De las sepulturas excavadas en roca que podemos encontrar en el término municipal de Las Navas del Marqués, solo cabe hacer una somera descripción, obtenida de una exploración visual, al no existir trabajos arqueológicos, o de otro tipo, sobre ellas.
Las tumbas se agrupan en tres zonas (ver mapa anterior). En la primera, ubicada cerca de la carretera de Peguerinos, encontramos cuatro tumbas, tres juntas, en el mismo bloque de piedra, y otra separada de estas tres metros. Están orientadas hacia el Oeste, con ligera tendencia al Norte. En una de ellas se aprecia un inicio de antropomorfismo, es decir encontramos la cabeza cincelada y se aprecia uno de los hombros sobre una planta trapezoidal o asimétrica. Tipo de tumba que se desarrolló desde los s. IX al XI. Esta característica parece observarse en otra, pero no se puede asegurar, ya que se encuentra semienterrada la parte de la cabeza. Una tercera corresponde al tipo bañera con planta ovoide que sería el paso previo a las antropomorfas. En aquellas se empieza a insinuar la forma de una cabeza. Datan estas tumbas de los siglos IX y comienzo del X. La última está enterrada en una tercera parte de su longitud.
A un kilómetro de estas, siguiendo el curso del Arroyo Poveda, encontramos una serie de tumbas dispersas de forma diferentes. Cerca del arroyo, a unos veinte metros, una espectacular tumba rectangular antropomorfa, aislada, sin otras tumbas a su alrededor. Está orientada hacia el Oeste, manteniendo esa ligera tendencia hacia el Norte del conjunto anterior. A cuatrocientos metros aproximadamente de ella encontramos dos tumbas de tipo bañera, orientadas igual que la anterior, en un mismo bloque de piedra, una junto a la otra, lo que podría indicar una posible relación de sus ocupantes.
Aprovechando el título de esta revista, les invito a que caminen hacia estas sepulturas a fin de conocer el pasado, base del presente y pilar fundamental del futuro. A caminar por la Historia de Las Navas, a conocer, no solo las sepulturas de personas que vivieron aquí hace 1.200 - 1. 000 años, sino también las edificaciones históricas, tanto religiosas, Parroquia de San Juan Bautista (s. XIV y XV), Convento de Santo Domingo y San Pablo (s. XVI), Ermita del Santísimo Cristo de Gracia (s. XV y XVI); como civiles, Castillo - Palacio Magalia (s. XVI). Siempre desde un sentimiento de respeto y cuidado por lo antiguo, ya que es nuestro patrimonio y de las generaciones venideras, que tienen derecho a conocer y disfrutar su pasado.
BIBLIOGRAFÍA:
ANDRIO GONZÁLEZ, J. 1987. Formas de enterramiento medievales en los valles del Ebro y Duero. Actas del 2º Congreso de Arqueología Medieval Española. T. II pp 273. Madrid.
BOTET, J. y SISO. 1889. Estudio sobre la antigüedad de algunas sepulturas talladas en la roca. Revista de Gerona. XIII. pag. 236.
BOUARD, M. y RIU, M. 1977. Manual de arqueología medieval. De la prospección a la historia. Barcelona.
CASTILLO, A. 1968. La Arqueología Medieval en España. Apéndice.
FICHTER, G y VOLK, P. 1980. The eastern orientation of merovingian graves and the seasonal distribution of morbidity and mortality (using the Sasbach - Behans and Bischoffingen - Bigarten cementeris as examples). Journal of Human Evolution, 9 pp 49 - 59.
ORLANDIS, J. 1973. La elección de sepulturas en la España Medieval. Madrid.
RAHTZ. PH. 1978. Grave Orientation. Archaeological Journal, 135. pp 1 - 14. Londres.
RIU, M. 1980. Apuntes comentados de un viaje arqueológico por tierras de la Castilla Medieval. España Medieval, estudios dedicados al profesor Julio González González. Madrid.
PADILLA, J. I. 1987. Sepulturas y ritos funerarios cristianos en época medieval. Ponencia leída y no publicada en el II Congreso de Arqueología Medieval Española. Madrid.
KLIEMANN, K. 1987. Orientación de las necrópolis medievales. Actas II Congreso de Arqueología Medieval Española, tomo III.

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