viernes, 5 de enero de 2007

LA ENEIDA Y NERON EN LAS NAVAS DEL MARQUES


LA ENEIDA Y NERÓN EN LAS NAVAS DEL MARQUÉS

Por Francisco Ruiz de Pablos (1)

Yacen al pie de Guadarrama helado
las Navas del Marqués (éste es su nombre)
donde el florido mayo viste un prado
que no hay escarcha o nieve que lo asombre


Con estos versos nos presenta Lope de Vega al pueblo serrano de Las Navas del Marqués. Envuelto entre verdinegros pinares y a 1. 300 metros de altura sobre el nivel del mar, levanta Las Navas su alegre caserío sobre una no muy extensa longuera en cuyo cabezal se asienta la roca que sostiene el solemne castillo de los Dávila. Emergen enormes verrugas de monumentales rocas graníticas y de pórfido.
Diminutos afluentillos de agua pura forman el caudal arroyado del Valtravieso, luego Cofio, Alberche, Tajo, Atlántico.
En ese pueblo privilegiado está encumbrado Virgilio desde hace siglos y allí pasaron luengas jornadas Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre y otros poetas. Y siguen en la actualidad encariñándose con sus visitas a Las Navas otros genios de la literatura, como es el caso del inconmensurable Agustín García Calvo e Isabel Escudero.
Desde ese pueblo montaraz y pinariego irradia el hálito de lo poético. Hace bien poco se recordaba desde allí al mejor de los actuales poetas abulenses, al morañego Jacinto Herrero, impulsor de El Toro de Granito. A la sombra del toro comenzaron en otro tiempo a mugir otros muy buenos poetas, entre los que sobresaldrá Vicente Sánchez Pinto, hoy postrado por la enfermedad en tierras valencianas. En el colegio navero con nombre de poeta enseña a las pequeñas criaturas Ovidio Pérez Martín, con nombre también y extensa obra de honda y sincera poesía pletórica de vida.
Cuentan las leyendas que las Navas debe su fundación a "judíos de Nabucodonosor", seis centurias antes de Cristo. La toponimia demuestra su iberismo puro. Algún altar hubo de haber allí dedicado a Endovélico o a Atagina. La historia atestigua desde Alfonso VI para acá. Y no sin ricas y variadas envolturas legendarias sobre trece roeles de oro en azulado campo de escudo, tal vez intrépidamente arrebatado por los naveros a la morisma. Acaso trece quesos sabrosones, o quizá trece buñuelos dorados en calderas de aceite hirviendo. ¡Ah, las leyendas de Ávila y su tierra!
Unos hechos, con crimen de amoríos incluido, acaecidos en el pueblo serrano y envueltos en retazos de leyenda, suministran a Lope de Vega, secretario del marqués, la base argumental de la comedia intitulada, precisamente, El Marqués de las Navas (*), en cuyos versos un mortífero amor encendido derrite la nieve de aquellas montañas.
Pero subamos al castillo recio y dominador como mandoble de Flandes, epigráfico y guerrero como verso de Virgilio: La fortaleza, otrora morada de los Dávila, domina al pueblo, no sólo materialmente, también con la fuerza del espíritu roqueño el cual a través de sus piedras doradas por los siglos se esparce alegremente entre las gentes del pueblo que tan buen alumnado transporta diariamente a los institutos de Ávila. A lo largo de trece años he tenido entre mis aprendices a cantidad de muchachos y muchachas excelentes de Las Navas, quienes, a pesar de sus diarios madrugones e incordiante retorno en autocar, son la mejor esperanza de su tierra. Algo tendrá que ver en ese plantel envidiable de estudiantes naveros la labor profesoral del "Vicente Aleixandre". ¡A ver si los políticos dotan de una vez al pueblo del necesario instituto!
Mas retornemos a la sinfonía épica de esa mole señorial, silenciosa, evocadora de la grandeza de una España dedicada a descubrir mundos cuando otros países andaban buscando su unidad. Aunque cuánta barbarie cubría de roja sangre los territorios de Europa por obra y gracia de unos invictos tercios pagados con oro de América y estimulados por el vinazo de cualquier procedencia y la fornicación con hermosas flamencas o borgoñonas.
Asomémonos a sus delanteras torres redondas. En una de ellas, en el cubo de la derecha y bajo el balcón que mira a saliente, vemos un pulido sillar en el que con claros, perfectos y grandes caracteres resuena la cálida voz del poeta de Mantua. Mejor dicho su obra inmortal, su Eneida. Mejor aún el canto I, exactamente su hexámetro 421. Aunque no. Lo que está escrito con caligrafía pétreamente imborrable es sólo parte del segundo hemistiquio que retumba suave tras leve corte rítmico en cesura: MAGALIA QVONDAM.
Traducidas a la lengua de la señorial Castilla, esas dos palabras se triplican en seis: CABAÑAS DE PASTORES EN OTRO TIEMPO. Desde la encumbrada garganta del verso, a lo largo de dos pies y medio, las trompas y timbales del poeta golpean con estruendo sintáctico, forte, ma non troppo, ese primitivo plural virginal y virgiliano, resurgido anteroposterior y singularmente en espléndido "urbe" monumental.
El divino Virgilio nos sube en los compases anteriores del primer hemistiquio hexamétrico (oculto al visitante en silencios y elipsis de música callada) a una imponente ciudad, granítica y eterna sí, pero fruto de constancia diamantina inseparable de esfuerzos, desvelos y fatigas para hombres que antaño partieran desde sanos trabajos al cuidado de rebaños bien nutridos y floridas huertas productoras de bien logrados alimentos campestres. Carnes ganaderas braseadas serían servidas a la mesa rústica y resinosa de aquellos primitivos grecoiberorromanos, presididos por el respetado "paterfamilias", no sin el riego de oloroso y virginal vino recio, color sangre táurica, cuya elaboración nada prostituida les enseñara el picarón Baco en la noche de los tiempos.
¿Pensaría estas cosas el Marqués de las Navas, casi a las puertas del tiempo barroco, cuando mandó al maestro cantero gravar bajo su castellano balcón medio verso de Virgilio? Probablemente. Yo sólo se decir que la divina tierra abulense siempre estuvo en los áureos siglos esmaltada de poetas, humanistas, héroes y heroínas, hombres y mujeres con destellos meteóricos y sublimes. Desde la parte que a diario ve amanecer un destellante sol con Tomás Luis de Victoria o con Espinosa, el inquisidor General y Presidente del Consejo de Castilla, hasta el Barco timoneado por el Gran Duque de Alba, a cuyas órdenes sirviera Pedro Dávila. Desde suso en la Moraña con Alonso de Madrigal, Isabel de Castilla, Juan de Yepes, Vasco de Quiroga ..., hasta cruzando la Troya almenada, morada de la andariega hebrea Teresa de Cepeda, ayuso el humanista Pedro Dávila, Marqués de las Navas, sobremanera aficionado a la epigrafía romana. Esa su afición llenó de inscripciones latinas el castillo navero.
Pedro Dávila, en efecto, no se contentó con hacer gravar inscripciones valiosas. Mandó traer desde Mérida a este castillo varias lápidas romanas de mármol y hasta seis cipos funerarios. Casi todo ha terminado, ¡qué lástima!, yendo a parar al Museo Arqueológico Nacional.
Una de las lápidas emeritenses que en tiempos estuvo en la fortaleza navera ofrece la particularidad de ser homógrafa con la más antigua de las que se conservan en Ávila ciudad y que hace referencia a Nerón (mediados del siglo I p. C.) La diferencia es que, mientras la de la capital tiene un error en hiato ortográfico (lo que le confiere mayor interés), la de la Navas es del todo correcta. La que yo descubrí en la ermita de Las Vacas reza: NERO NICLAVDIO. Y ahí se detiene, ¿vez por inconclusa?, ¿o aparecerá algún día el resto? En la ermita se encontró por azar, según pude averiguar, al desconchar un muro. Espero que pronto figure en la reedición del CIL. Algunas gestiones se han realizado a través de Rodríguez Almeida.
La de las Navas reza conclusa y correctamente, como otras varias de distintos puntos de nuestra Península: NERONI CLAVDIO CAESARI AVG GERM PONTIF MAX TRIB PONT VIII COS IIII IMP VII PP. Traducido a la hermosa y rolliza lengua española, en la vieja Castilla nacida, dice: A Nerón Claudio César Augusto Germánico, pontífice máximo, con potestad tribunicia, cónsul cuatro, general siete, padre de la patria.

(1) (El articulista es doctor en Filosofía
y Ciencias de la Educación, traductor jurado de Latín, autor de varias publicaciones, la última:
Artes de la Inquisición, Aula Abierta UNED, 1997
)
(*) Ver Caminar conociendo Nº 0
sumarios:

"A lo largo de trece años
he tenido entre mis aprendices
a cantidad de muchachos
y muchachas excelentes
de Las Navas"


"¡A ver si los políticos
dotan de una vez al pueblo
del necesario instituto!"


(TOMADO DE LA 'FONTANA SONORA', SUPLEMENTO DE 'CAMINAR CONOCIENDO' , PÁGINAS VIII y IX)

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