Por Esteban Hernández*
Que su primera obra se desarrollase en un entorno donde la naturaleza era protagonista de primer orden no es casual. Aquel esplendoroso despliegue de léxico, aquellas descripciones precisas y eruditas, fastuoso escenario para un drama pasional, sentido y cruento, llevaron a la errónea creencia de que "Caza menor" era un texto ruralista, manejado por los rencores de una familia poco representativa. O mucho, pero de la España profunda.
Por supuesto, absolutamente incierto. Al igual que la trilogía que le sucedió, fue una obra que radiografiaba la naturaleza humana. Eran miedos, odios, deseos, fobias, resquemores, angustias puestas al desnudo por la hábil ¿habilidad? de una escritora de raza. Y al margen del inevitable choque que aquellas novelas produjeron con las fuerzas vivas de la época, lo que permanece es esa lucha cruel y constante del ser humano consigo mismo. Manifestada en el impulso primero, conseguir un ejemplar determinado del sexo opuesto, aunque no reducida a este casi anecdótico aspecto.
Se trataba de personas fácilmente reconocibles, inquiriéndose por su felicidad, incapaces de llegar a puerto, con la duda y la angustia por acompañantes casi únicos. Sin embargo, si en "Caza menor" todas las preguntas son cegadas por los hechos, en "Mujer y Hombre" sí son enunciables por sus protagonistas. Aunque no haya contestación posible.
Es en ese instante cuando la escritora se aleja de la narrativa; sus siguientes trabajos pertenecen al campo del ensayo. Y más tarde emprenderá la aventura de "El Urogallo". Entonces acomete una empresa compleja, arriesgada y titánica: "Defensa de la Literatura". Se publica por entregas en su revista (Anthropos la editará en 1993) pero dejando aparte muchísimo material (que es muy posible que sea recogido en un volumen). Y una empresa que, ante todo, es la mejor respuesta que Elena Soriano posee para todos los interrogantes que surgen en sus textos y en el mundo que vive. Cualquier posible solución pasa por ahí.
Su hijo Juanjo fallece. Es el menor, muy joven; la muerte ha dictado su absurdo prematuramente. Nace "Testimonio materno", literatura de nuevo para combatir la pérdida, entender las causas y conocer mejor cuál es nuestra situación en nuestro mundo y en el universo. Se confiesa la autora; ya no es un personaje de su invención quien habla, sino ella misma y a tumba abierta. El afán de comunicación es aquí mucho más evidente. No hay otro texto suyo donde la defensa de la literatura posea argumentos más contundentes. No es su mejor libro, sí el que mejor pone al descubierto algunas utilidades de la palabra escrita.
Porque la obra de Elena Soriano no es otra cosa que un debatirse continuo - como la misma existencia - en ese vacío que oscila entre las oscuridades de lo humano y la capacidad de dar nombre a nuestras perplejidades. Allí es donde la literatura tiene un trabajo por delante, y allí es donde la escritora de Fuentidueña de Tajo ubicó su pluma.
Esteban Hernandez es periodista.
En breve publicará un libro crítico
sobre Elena Soriano
LEIDO EN 'CAMINAR CONOCIENDO', NÚMERO 6, PÁGINA12
Que su primera obra se desarrollase en un entorno donde la naturaleza era protagonista de primer orden no es casual. Aquel esplendoroso despliegue de léxico, aquellas descripciones precisas y eruditas, fastuoso escenario para un drama pasional, sentido y cruento, llevaron a la errónea creencia de que "Caza menor" era un texto ruralista, manejado por los rencores de una familia poco representativa. O mucho, pero de la España profunda.
Por supuesto, absolutamente incierto. Al igual que la trilogía que le sucedió, fue una obra que radiografiaba la naturaleza humana. Eran miedos, odios, deseos, fobias, resquemores, angustias puestas al desnudo por la hábil ¿habilidad? de una escritora de raza. Y al margen del inevitable choque que aquellas novelas produjeron con las fuerzas vivas de la época, lo que permanece es esa lucha cruel y constante del ser humano consigo mismo. Manifestada en el impulso primero, conseguir un ejemplar determinado del sexo opuesto, aunque no reducida a este casi anecdótico aspecto.
Se trataba de personas fácilmente reconocibles, inquiriéndose por su felicidad, incapaces de llegar a puerto, con la duda y la angustia por acompañantes casi únicos. Sin embargo, si en "Caza menor" todas las preguntas son cegadas por los hechos, en "Mujer y Hombre" sí son enunciables por sus protagonistas. Aunque no haya contestación posible.
Es en ese instante cuando la escritora se aleja de la narrativa; sus siguientes trabajos pertenecen al campo del ensayo. Y más tarde emprenderá la aventura de "El Urogallo". Entonces acomete una empresa compleja, arriesgada y titánica: "Defensa de la Literatura". Se publica por entregas en su revista (Anthropos la editará en 1993) pero dejando aparte muchísimo material (que es muy posible que sea recogido en un volumen). Y una empresa que, ante todo, es la mejor respuesta que Elena Soriano posee para todos los interrogantes que surgen en sus textos y en el mundo que vive. Cualquier posible solución pasa por ahí.
Su hijo Juanjo fallece. Es el menor, muy joven; la muerte ha dictado su absurdo prematuramente. Nace "Testimonio materno", literatura de nuevo para combatir la pérdida, entender las causas y conocer mejor cuál es nuestra situación en nuestro mundo y en el universo. Se confiesa la autora; ya no es un personaje de su invención quien habla, sino ella misma y a tumba abierta. El afán de comunicación es aquí mucho más evidente. No hay otro texto suyo donde la defensa de la literatura posea argumentos más contundentes. No es su mejor libro, sí el que mejor pone al descubierto algunas utilidades de la palabra escrita.
Porque la obra de Elena Soriano no es otra cosa que un debatirse continuo - como la misma existencia - en ese vacío que oscila entre las oscuridades de lo humano y la capacidad de dar nombre a nuestras perplejidades. Allí es donde la literatura tiene un trabajo por delante, y allí es donde la escritora de Fuentidueña de Tajo ubicó su pluma.
Esteban Hernandez es periodista.
En breve publicará un libro crítico
sobre Elena Soriano
LEIDO EN 'CAMINAR CONOCIENDO', NÚMERO 6, PÁGINA12
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