viernes, 5 de enero de 2007

MI MALDITO HEMISFERIO SUR

por Juan Mayo Garcinuño

Hay un pensamiento muscular, atento, disciplinado, obediente, firme, capaz, que malvive en la derecha de mi cerebro. Está escuálido y subdesarrollado, mi voluntad no ha hecho lo necesario para fortalecerlo. No tengo la misma musculatura mental que mis adversarios. Por eso no consigo las oposiciones. No soy capaz de tragarme las fechas, las competencias, los artículos ... Si alguna mañana comienzo a hacerlo, mi niño mimado, mi pensamiento gaseoso, se me pone impertinente: a preguntar, a lucubrar; que todo eso es su forma de pataleo.

Así se enseñorea de mi voluntad y de conveniencia, y me aplaza la entrada en la vida económica.
Yo le amo. Por supuesto es un amor irracional, un amor loco. Me asusta la vida sin él y no puedo querer contrariarle. Todo lo mejor que tengo vino de sus ilusiones, de sus empeños quijotescos, y del amor.

Soy un minusválido psíquico. ¿Qué puedo hacer para mandar en mí mismo y, con esa fuerza derecha, vencer mi problema?

Sólo unos meses de privación, solo unos meses de sometimiento disciplinado, de dictadura transitoria sobre el niño fantástico que me da todos los gustos que tengo; y lo conseguiría. Pero mi rey no puede estarse callado. Me amenaza con irse si le acallo. Mis razones no pueden con él. Es el más fuerte. Tampoco puedo engañarle.

Yo sé que no es tonto y que podría estarse quietecito unos meses. Sólo mientras trabaja su hermano mayor, el bueno; el mejor hijo de la madre Susanita que soy yo. Sé que podría dejarnos trabajar. Unos meses. No pasaría nada. Sobreviviría. Sin taras. Quizá incluso fortalecido por las privaciones. Pero se me emberrincha. Y me hace pensar que no puedo. Y me hace decir que no puedo. No puedo. Verdaderamente, no puedo.

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Recogido de la revista 'Caminar Conociendo', número 6, PÁGINA 23

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