La culebra que se va -dicen- cuenta con las hojas muertas
para disimular a sus crías de los peligros que los acechan.
Y tú, madre, ¿ con quién has contado para proteger
al hijo que tanto te quería de la crueldad del mundo?
¡Ay, amigo zamorano, tu único bastón de apoyo se quebró!
Cuando necesites de un sostén recurrirás a tus hermanos
y cerrarán sus oídos al golpeteo del picaporte en sus puertas.
Solo Ku tendrá sus sentidos alertas y te franqueará el paso.
Entonces, eh, ¿la verás? ¿volverás a ver la que está muerta?
Lo cierto es que ya no tendrás jardinera que cuide las flores,
ni compañera que vaya paseando contigo camino del mercado,
ni maestra particular que te tome las lecciones de la escuela,
ni indagadora que pregunte ansiosa por cuestiones de la vida,
e irás solo tu al pilón para darle de beber agua a los ganados.
¡Oh Ku! ¡Oh muerte! ¡Oh Ku! ¡Oh muerte! ¡Oh Ku! ¡Oh muerte!
La serpiente que se va -pregonan- cuenta con las hojas muertas
para disimular a sus crías de todos los peligros que los acechan.
Tu cuentas con tus hijos y tus años para cuando te sorprenda Ku.
No cuentes contigo, no, porque la muerte no previene a nadie.
Si tienes bienes, aunque sean pocos, ¿porque no los usas, pues?
Contestame, ¿donde estás ahora no es, en realidad, una granja,
antesala de la muerte, con provisiones para una buena vida?
Aunque no respondas sabemos que es eso: un primer paso
preparatorio para el momento azaroso de penetrar en el Vacío,
lugar colmado de recuerdos tristes o placenteros de los vivos.
La Nada, El Vacío es la cama, el país, la morada de los idos.
Único y mismo para todos. Allí el Bien y el Mal son pagados.
¡Padres! ¡Cerradle la puerta de esa casa! ¡Esperadle aun!
Y tu, Ku, no abras la puerta porque no está aun preparado.
¡El país de los idos! ¡La Nada! ¡El Vacío!, ¿cómo es ese lugar?...
Lo ignora. Ni su padre ni su madre han vuelto para contárselo.
Ante la pregunta sobre esa morada de nombre Vacío o Nada
las gentes se resisten a abandonar sin mas esta granja terrenal
y lloran desconsoladamente por los seres queridos que se van.
Y tu, recogidos todos los llantos y todas las lágrimas del orbe,
pones la botella de vino en la mesa ante tu humana pesadumbre,
la miras y, tras pensar un poco, alargas la mano aprisionándola,
luego acercas la boca de esa botella a tus labios temblorosos
ys musitando alegremente ante una desaparición inevitable
recuerda algunas rubayatas del vate persa Omar Khayyam.
-Hijos, la serpiente cuenta -me dicen- con muchas hojas muertas.
Mas yo, con un grito alegre de ebriedad: ¡Que me quiten lo bailao!
*
(Texto compuesto a partir del poema anónimo africano número 91 titulado 'Oda a la muerte', páginas 144-145 del tomo I de la antología de Rogelio Martínez Furé 'Poesía Anónima Africana')
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(*) Ku: la Muerte
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