He visto al mal y al malo, pero no en sus cubiles.
Es una historia de hadas la maldad con caverna.
A los pobres después de haber caído
al harapo, a la mina desdichada,
les han poblado con brujas el camino.
Encontré la maldad sentada en tribunales:
en el Senado la encontré vestida
y peinada, torciendo los debates
y las ideas hacia los bolsillos.
El mal y el malo
recién salían de bañarse: estaban
encuadernados en satisfacciones,
y eran perfectos en la suavidad
de su falso decoro.
He visto al mal, y para
desterrar esta pústula he vivido
con otros hombres, agregando vidas,
haciéndome secreta cifra, metal sin nombre,
invencible unidad de pueblo y polvo.
El orgulloso estaba fieramente
combatiendo en su armario de marfil
y pasò la maldad en meteoro
diciendo: «Es admirable
su solitaria rectitud.
Dejadlo».
El impetuoso sacò su alfabeto
y montado en su espada se detuvo
a perorar en la calle desierta.
Pasò el malo y le dijo: «Qué valiente!»
y se fue al Club a comentar la hazaña.
Pero cuando fui piedra y argamasa,
torre y acero, sílaba asociada:
cuando estreché las manos de mi pueblo
y fui al combate con el mar entero;
cuando deje mi soledad y puse
mi orgullo en el museo, mi vanidad en el
desván de los carruajes desquiciados,
cuando me hice partido con otros hombres, cuando
se organizò el metal de la pureza,
entonces vino el mal y dijo: «Duro
con ellos, a la cárcel, mueran!».
Pero era tarde ya y el movimiento
del hombre, mi partido,
es la invencible primavera, dura
bajo la tierra, cuando fue esperanza
y fruto general para más tarde.
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((*) Poema de la obra 'Cante general' del capítulo 'Yo soy'